CAPÍTULO 26.

El suave roce de la mano de Diago sobre su hombro hizo que su piel se erizada. Aileana disimuló, pero rápidamente un sentimiento de culpa se hizo presente en ella

Finalmente Diago terminó de retirar de su cuerpo el abrigo afelpado de color café oscuro que llevaba esa noche Aileana.

—Gracias.

—Es un placer.

Aileana recorrió con sus ojos aquel salón que su característica especial era la elegancia de los candelabros y los ventanales.

—Vámos.

Diago ofreció su antebrazo a Aileana que solo sonrió aceptandolo.

" Ya había asistido a fiestas de personas con dinero, pero en especial esta era demasiado extravagante.

Las mujeres lucían hermosas con todas aquellas joyas sobre ellas, quizás ese era el.motivo del costoso obsequio que él me había dado esa noche. Al día de hoy desconozco muchas de las cosas que hizo."
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