Capítulo 43

«Que él siempre me ame». Es lo que escribí. No pedía nada más. Solo quería eso.

Toman puso el auto en marcha, el viento me azotó el rostro con fuerza, saqué el papel donde había escrito mi deseo por la ventana y lo dejé ir siguiendo las instrucciones de Tomas.

Después de eso los vidrios del auto fueron cerrados y el agradable aire acondicionado nos besó la piel. Nos envolvió una atmosfera de tranquilidad que me gustó, me sentía cómoda y segura. Mis ojos se fijaron en Tomas, no perdía de vista el camino.

No podía creer que ahora podía decir que ese hombre era mío.

Como mi esposo. Dios, la palabra me producía escalofríos y no era desagradable.  

—Esto me gusta —comenté—. Tú y yo, en el auto. Me gusta cómo se siente.

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