Respiré profundo y tomé el agua para beberme el vaso entero.
Había estado a punto de dejar que mi mente me retuviera, nunca me había pasado con algo así, claro que nunca había tenido a una Verona Robinson.
—Eres encantadora.
La suave risa de la joven mujer me hizo mirar hacia ella.
—Gracias, Dana.
Se sentó a mi lado, no tuvo opción, los otros puestos se encontraban ocupados.
—Ustedes dos son tan iguales y distintos a la vez —suspiró mi madre viendo a los hermanos—. ¿De quién heredaste esos preciosos ojos, querida?
Silencio. Cuando estuve a punto de intervenir, Marco me ganó.
—De nuestra madre —respondió con tranquilidad—. Verona se parece mucho a nuestra madre.
Compartió una mirada con su hermana.
Este tema de conversación no me gustaba, sabía