Capítulo 14

Estaba tan enardecida que no dudé en levantar mi rodilla para golpear a su amiguito. Satisfacción llenó mis facciones al verlo arquearse de dolor. Sentí a Tomas tomar mi muñeca, estaba revisando el lugar donde su bruto primo me había sujetado.

—Ya no eres bienvenido aquí, Sabiel —espetó Tomas—. No quiero verte en mi casa. No quiero verte cerca de mí, ni de mis invitados. Lárgate ahora mismo o haré que seguridad se encargue de ti.

Sabiel recuperó su postura, la mirada que nos dirigió a ambos era de pura amenaza, pero tuvo que retroceder cuando sintió la presencia de los hombres de Tomas en el jardín. No despegué mis ojos de él hasta que se largó.

Respiré, sin saber que había estado conteniéndome.

—¿Qué ha pasado? —interrogó con suavidad Tomas, sus manos segu&iac

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