Un dolor de cabeza fuerte junto a un gran amargo en su boca hicieron que de repente Amanda abriera los ojos, llevándose la siniestra sorpresa de que no había estado soñando y estaba en su realidad, una cruel, absurda, y dolorosa realidad.
Con rostro de espanto se levantó de la cama y caminó directo al espejo. Llevaba un vestido en corte sirena en un color blanco hueso, imaginó que el color simbolizaba que ya no era pura.
Luego miró a su alrededor y observó las montañas de flores y regalos. Todo le parecía absurdo, su mente le jugaba una pesada broma y su realidad era menos dolorosa que la muerte.
—Qué bueno que ha despertado, señorita Amanda, ha llegado el momento y todos la esperan.
—¡Espero que esto se trate de una broma! ¿Dónde está Manuel? —se dirigió a la persona que la acompañaba con gran ira y eso se podía notar en su mirada.
—Él ha salido a terminar con los arreglos de la iglesia y muy pronto estará de regreso.
En ese momento todo su cuerpo se encendió en llamas ¿Acaso ese hom