Me trajo de vuelta al hospital a la fuerza, venía golpeándole la espalda, y aún así, no me bajó hasta llegar al cuarto. Me recostó en la camilla y me agarró ambas manos, el doctor había visto el suceso y llegó a la habitación con una inyección.
—No hay necesidad, doctor. Esta chiquita se va a comportar, ¿Cierto, corderito?— me miró y arqueó una ceja.—¿Está seguro, señor?—Sí, tengo otras formas de calmarla.—Vendré a examinarla más tarde. Permiso— el doctor se fue de la habitación, dejándome sola con Akira.—Eres un desgraciado, Akira.—No creas que estaba bromeando con lo que dije. Quieras o no, vas a recibir ayuda. Si tratas de escaparte, no voy a ser muy bueno contigo.—Como si lo fuer