Capítulo110
María se quedó sentada en su lugar, observando cómo ese hombre se abalanzaba hacia los tres matones como un depredador salvaje.

En poco tiempo, había golpeado a esos despreciables hasta dejarlos torcidos en el suelo, llorando y quejándose. Después de levantarse, escaparon como conejos asustados, con las colas entre las piernas.

Nicolás no los persiguió. Recordando a María detrás de él, su mirada se oscureció mientras regresaba.

María, sin fuerzas, se apoyó en el capó del automóvil. Su cabeza se inclinó suavemente como si estuviera quedándose dormida.

—María, ¿qué te pasa? —exclamó Nicolás, con el rostro cambiando drásticamente. Se apresuró a correr hacia ella, se agachó y levantó su barbilla. Solo entonces se dio cuenta de que ella respiraba con dificultad, exhalando un aliento cálido y ardiente. Su rostro estaba rojo como una granada, con los ojos nublados y misteriosos. Sus labios, especialmente, eran tan rojos y tentadores como una rosa en plena floración, irradiando un encanto infi
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