5 Iría con ella al fin del mundo.

Renato dejó a Daniel en la casa y se fue a la casa de la familia Alcázar a hablar con los padres de Alejandro y ponerlos al tanto de la situación.

Cuando llegó Alejándro estaba con ellos y otros miembros de la familia en la sala. Con una actitud desesperada se acercó a él.

—¿Dónde está Mariana? Necesito hablar con ella.

Renato lo miró con reproche.

—Quiero hablar contigo y con tus padres a solas. —La sala estaba llena de gente, Andrea le dijo:

—Podemos ir al estudio.

Se metieron al estadio, Alejandro le dijo:

—¿Mariana por qué huyó de la iglesia? —Renato puso una dura mirada sobre Alejandro.

—¿Aún tienes la desfachatez de preguntar? Mariana ya me contó todo, que la amenazaste con un revólver prometiendo matarla si no se casaba contigo; también me contó que la golpeabas. —Andrea asombrada se tapó la boca. Ignacio miró a Alejandro:

—¿Es eso cierto?

—No papá, yo la amo, jamás le haría daño; eso es mentira.

—Mi hija no es una mentirosa, te tiene miedo, está en la casa temblando diciendo que la vas a matar.

Ignacio intervino.

—Pues mi hijo dice lo contrario que Mariana, todos aquí saben que Alejandro ha sido cariñoso, dulce y bueno con ella, desde que se hicieron novios la ha tratado como una reina; en cambio tu hija le pagó mal dejándolo plantado delante de todos los invitados, eso demuestra lo desagradecida que es.

—Reconozco que mi hija hizo mal al permitir que las cosas llegarán hasta este punto, ella debió desde antes decirnos la verdad, debió contarnos que que tu hijo es un maltratador.

—Si mi hijo la maltrataba que lo demuestre, mientras no lo haga para nosotros su hija no será más que una desagradecida.

—Solo vine a advertirle a Alejandro que no vuelva a acercarse a mi hija. —Alejandro caminó hacia Renato.

—Usted no me va a impedir verla, Mariana es mi prometida.

—Era su prometida, pero ya no, no desea saber nada de ti —Miró a Ignacio y a Andrea—. Lamento todo esto, y de una vez les pido que Alejandro no se acerque a Mariana. —Ignacio sintió reconcomio.

—Por supuesto que mi hijo no volverá a acercarse a ella, Alejandro no necesita estar con una mujer que lo haga quedar mal en público. —Alejandro agregó:

—No me van a apartar de Mariana, ella y yo nos amamos.

—Ella no te ama, que de eso no te quepa la menor duda.

—Pues no pienso separarme de ella. —Alejandro salió de la casa con la intención de buscar a Mariana.

Cuando llegó a la casa de los Robles, llamó a la puerta, pero nadie salió a atenderlo. Se exasperó y comenzó a gritar

—Mariana, sé que estás ahí. —Ella se había recostado y estaba adormecida, al oírlo despertó alterada y se levantó de la cama. Altagracia llegó a la habitación.

—¡Alejandro está ahí mamá!

—Si hija, tiene rato tocando la puerta, pero no abrimos.

Alejandro sabía que ella se encontraba en la casa, entonces gritó:

—Mariana, sé que me estás oyendo, si no abres derribaré la m*****a puerta.

Daniel se puso furioso y abrió la puerta.

—¿Qué te pasa Alejandro? ¿Con qué derecho vienes aquí a amenazar a mi hermana?

—¿Dónde está Mariana?

—Ella no desea verlo. —Alejandro intentó entrar pero Daniel lo detuvo.

—No vas a entrar, si lo haces llamaré a la policía. —Alejandro quiso pasarle por un lado, Daniel con hostilidad lo detuvo y lo empujó.

—Váyase.

—Alejandro le dio un golpe en la cara, Daniel actuó a la defensiva y le devolvió otro golpe. 

Renato llegó en ese momento.

—¿Pero qué demonios pasa aquí? —Alejandro tenía la boca reventada, miró a Renato y lo señaló con el dedo.

—Ustedes no me van a separar de ella.

—Mariana ya decidió no estar contigo, se va a casar con otro. —Daniel puso una expresión de asombro, no comprendía lo que su padre pretendía hacer.

—No, Mariana jamás se casará con otro que no sea yo —Se dio una palmada en el pecho —. Ella me ama solo a mí.

—Mariana está embarazada de ese hombre con el que se va a casar. —Alejandro se rió amargamente.

—Eso es mentira.

—Váyase y no vuelva, miserable, cobarde. —Él se pasó la mano por los labios ensangrentados, luego retrocedió un poco hacia donde tenía el auto.

—Está bien, me voy, pero esto no   se acaba aquí; dejaré que ella se calme para hablar solos los dos sin que ustedes se metan.

—Se casará con otro, no pierda el tiempo buscándola.

—Eso es mentira, Mariana se casará con otro sobre mi cadáver.

Alejandro se marchó, ellos subieron a la habitación de Mariana.

—Ya se fue. —Dijo Daniel.

—¿Te golpeó?! —No te preocupes mamá, yo también lo golpeé a él. 

Renato agregó:

—Hablé con Ignacio y Andrea.

—¿Qué dijeron? —Preguntó Altagracia.

—Están indignados, no creen que Alejandro haya maltratado a Mariana. Pero igual les exigí que no permitan que su hijo se acerque.

***

José Ignacio aprovechó que no tenía trabajo en la empresa por ser fin de semana y decidió salir a la cabaña donde pasó la noche con Mariana.

Cuando llegó observó la sala, recordó con claridad los momentos vívidos con ella; las charlas, su voz, su sonrisa, su cabello hermoso y su mirada tierna. En sus adentros asumió que a esa hora ella ya debería estar casada con Alejandro. 

En la habitación recordó cuando hicieron el amor, su piel se erizó solo al recordar su cuerpo entre sus manos, su respiración agitada, su necesidad de ser amada. José Ignacio apretó los puños de sus manos, una expresión de congoja se adueñó de su rostro "¿Por qué no la conocí antes que Alejandro?" pensó lamentándose en sus adentros.

***

Renato insistió en que Mariana debía decirle quién era el padre de su hijo.

—¿Para qué quieren saberlo? criaré a mi hijo como madre soltera.

—No puedes negarle a tu hijo la posibilidad de tener un padre, al menos que el hombre que te embarazó sea un desgraciado como Alejandro.

—No es un desgraciado, él es bueno; pero lo que pasó entre nosotros fue un error, nunca debió pasar y no quiero que él sepa de mi embarazo.

Altagracia le dijo:

—Si él es bueno tiene derecho a saber que va a ser padre. —Ella negó con la cabeza.

—Bueno, cambiante ese vestido, vamos a la estación de la policía a denunciar a Alejandro y pedir una orden de restricción.

Alejandro llegó a su casa, la familia se encontraba en la sala, en cuanto lo vio entrar, Ignacio enojado le dijo:

—Me acaba de llamar Renato, me dijo que golpeaste la puerta de su casa y a su hijo.

—Si, golpeé a Daniel porque es un entrometido.

—Te prohibo acercarte de nuevo a esa casa. Renato me advirtió que hoy mismo va a denunciarte con la policía y pedirá una orden de restricción.

Alejandro frunció el ceño, luego se dirigió a las escaleras y subió a encerrarse en su habitación.

Airado lanzó todo lo que había sobre la cómoda y le dio puntapiés a la pared.

—Malditä seas Mariana, juro que no me vas a apartar de ti, primero tendrás que matarme.

Más tarde llegó Chaustre, el padrino de bodas de Alejandro, él lo recibió en el salón de juegos. Chaustre lo encontró con el taco de billar apuntando hacia una bola.

—¿Cómo estás Alejandro?

—¿Cómo crees que estoy?

—¿Hablaste con Mariana?

—Su familia no me deja, les dijo que yo la amenacé con matarla.

—Pues no mintió, una vez lo hiciste.

—Eso fue antes de que decidiéramos ir juntos a terapia, cuando lo hice estaba desesperado, no quería perderla.

—Si iban bien en la relación a qué se debió ese cambio tan repentino de Mariana.

—No lo sé, y si no me dejan hablar con ella cómo se supone que lo sabré. Renato tuvo la desfachatez de decirme que Mariana se va a casar con otro hombre.

—Eso es imposible.

—Por supuesto que lo es, y si llegara a hacerlo yo mismo la mataría con mis propias manos y también mataría al tipo con el que la encuentre.

—No digas esas cosas, si algo le llegara a suceder a Mariana pueden incriminarte por lo que dices.

Alejandro tiró el taco sobre la mesa con desgano, se dirigió hacia un ventanal que salía al jardín, Chaustre se quedó observándolo desde donde estaba. De pronto Alejandro se metió los dedos entre el cabello y sollozó diciéndo.

—No sé qué hacer. —Chaustre se acercó.

—Debes esperar que las aguas se calmen.

—Me rehusó a perderla.

***

José Inácio bajó a desayunar y encontró a su familia comentando lo sucedido en la boda de Alejandro.

—¿Te enteraste de lo que sucedió en la boda de Alejandro? —Preguntó la tía Inés.

—No.

—La novia lo dejó plantado en el altar, menos mal que ninguno de nosotros asistió, al menos nos ahorramos el bochornoso momento. Hace rato hable con Andrea y me dijo que tu padrino está muy indignado con la familia Robles por lo que esa muchacha le hizo al pobre Alejandro.

La tía Blanca comentó:

—Pobre muchacho, que clase de mujer sale corriendo de la iglesia delante de todo el mundo, es una desvergonzada. —José Ignacio frunció el ceño.

—¿Por qué es una desvergonzada tía?

—Si dejar a tu prometido parado en el altar delante de medio Miami no es de una desvergonzada, ¿entonces qué lo es?

—Sus razones tendrá. —Inés agregó:

—José Ignacio, me extraña que estés de parte de ella en vez de ponerte de parte de Alejandro que siempre ha sido como tu hermano.

—No estoy de parte de ella, es solo que Mariana es un ser humano. A lo mejor se arrepintió a última hora, se dio cuenta que no lo amaba y decidió dejar las cosas así.

—Si Alejandro te escuchara, tal parece que no te interesa por lo que el pobre puede estar pasando. Deberías llamarlo y consolarlo. —José Ignacio agachó la mirada y se ruborizó avergonzado consigo mismo.

—Si él quisiera oírme ya me habría llamado, yo en su lugar no querría hablar con nadie.

Annie Montiel, la novia de José Ignacio llegó a la casa  saludó a todos, justo acabamos de desayunar. —Dijo Inés—. Si hubieras llegado antes nos hubieras acompañado.

—Me habría encantado Inés, pero desayuné muy temprano con papá antes que se fuera al club de equitación.

Luego Annie fue con José Ignacio al jardín para estar a solas, se sentaron en un sofá. Annie notó que algo le pasaba a su novio.

—¿Qué sucede? Te noto distraído.

—Nada, es que no dormí bien. —Annie le dio un beso y se recostó en su pecho.

—Si quieres vamos a alguna parte a dormir juntos el resto de la mañana. Podría ser en nuestra suite favorita.

—No te preocupes Annie, así estoy bien. —Ella le desabrochó dos botones de la camisa y acarició su pecho.

—Me encantaría estar casada contigo y dormir juntos todos los días —Él la miró con cierto reproche mientras que ella sonreía—. Deberíamos comprometernos y casarnos a fin de año. —Jose Ignacio frunció el ceño y la apartó de él, con enojo le dijo:

—Ya te he dicho mil veces que no pienso casarme, sabes que estoy estudiando, debo terminar el doctorado en administración. Además estoy dedicado a la empresa de mi familia, sabes que soy el futuro heredero, cuando papá se retire yo quedaré al frente con la presidencia de B&M. 

—Lo sé, sé cuánto anhelas algún día dirigir la empresa de nuestras familias, serás el mejor; pero nuestro compromiso no interferirá en tus estudios, y nuestra boda tampoco; tus tías y mi mamá se harían cargo de organizar todo, y apartaríamos para la luna de miel los días de navidad. —El se puso de pie.

—No me siento preparado para casarme, debes entenderlo. —Ella se levantó y lo miró de frente.

—¿Acaso hay otra?

—¿De qué hablas?

—Últimamente parece que te lo pasas pensando en otra mujer. —José Ignacio puso una dura expresión.

—No hables tonterías. —Ella alzó la voz.

—No son tonterías.

—No quiero discutir.

—No quieres nada conmigo —Regresó al sofá y agarró su bolso—. Mejor me voy, ya que no te importa si existo o no.

Annie se marchó enojada, José Ignacio se quedó en el jardín, caminó hacia donde se encontraba la piscina y se sentó en una silla. Al fin estaba solo para pensar en Mariana y lo sucedido en la boda de Alejandro.

"¿Por qué habrá huido de la iglesia?" es evidente que no ama a Alejandro. Me pregunto si Mariana pensará en mí como yo en ella."

Se puso de pie, sumido en sus pensamientos se agarró la barbilla.

"Estoy enamorado de Mariana, nunca había sentido tantas cosas hacia una mujer como lo que ahora siento por ella."

Sonrió y puso una mirada soñadora.

"Es tan linda, tan dulce; su cara es hermosa. Lo que daría por ser el hombre que la lleve a un altar para hacerla su esposa. Con Annie se me hace imposible pensar en el matrimonio, pero con Mariana iría al fin del mundo si ella me  lo pidiera."

Pensó por un rato más y se dijo así mismo:

—¿Y si voy a buscarla?

***

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