— Buenos días señor Ferrari ¿Cómo amaneces en este día? — Lo recibe Robert en la oficina.
— ¡Buenos días mi querido amigo! He sentido su ausencia. — Él mira que Robert lo observa de arriba hacia abajo. — Ya deja de verme, estoy incómodo.
— Ropa nueva, una sonrisa inusual, calzados nuevos y de baja categoría. — Robert coloca la manos en su babilla. — Esto me permite deducir que este caballero no ha dormido en su gigante y fría cama.
— ¡Que mal que elegiste la carrera equivocada! Debiste ser investigador privado en vez de abogado.
— Y tú debiste acércate desde hace mucho tiempo atrás a esa mujer. "Te sienta muy bien el cambio querido amigo". Lastima que debo quitarte tu buen humor.
— Que lo menciones es por gusto. Desde que te ví en este lugar, imaginé que traías noticias sobre Mónica. Solo que sus noticias no me afectarán más.
— Está pidiendo apelación después que gritaste a los cuatros vientos que ya puedes ver. A tomado esa novedad en su defensa. Tiene a sus abogados activos, al pare