Lara se quedó afuera del estudio de su padre y respiró hondo varias veces para tranquilizarse. Estaba nerviosa y no quería abrir la puerta. Todavía no tenía idea de por qué su padre quería verla, pero sus llamadas formales nunca eran buenas.
Con el miedo prácticamente goteando de ella, empujó lentamente la puerta y entró en la terrible habitación. Habían sucedido tantos eventos horribles allí. Fue el primer lugar donde él la había golpeado con el revés, lo que la hizo caer al suelo y casi desmayarse. Llevaba más de una semana con un moretón en la mejilla.
La había mantenido alejada de la escuela, diciéndoles que había cogido una gripe terrible y que se aseguraría de que terminara los deberes antes de que regresara. La había amenazado con un castigo aún peor si alguna vez le contaba a alguien sobre el abuso.
Ella le tenía miedo, lo odiaba y, sin embargo, curiosamente, todavía lo amaba. Quería alejarse, pero no quería que le sucedieran cosas terribles. Las extrañas emociones le causaban