5.

“¿Hace tiempo no vienes?” Le pregunta Matilda, alejándose de sus pensamientos.

“Ya no vengo por negocios aquí. No lo disfrutaba tanto por ser así…”

“Te entiendo, yo también he tenido que cambiar de lugares.”

Mariano se sintió más aliviado, “Entonces cada vez que quiera venir, te traeré a ti… Y tú, me llevas a tus lugares, será más placentero.”

“Trato” dijo Matilda con una sonrisa genuina, que iluminaba todo su rostro.

Mariano se sentía bastante complacido con su avance. Secretamente, él había desarrollado sentimientos hacia Matilda desde hace algún tiempo, pero no había tenido el valor de expresarlos, especialmente porque por experiencias cercanas, una vez alguien confesaba sus sentimientos, la relación de amistad o laboral que había se desvanecía. Ante esto, el prefería guardárselo para sí mismo, de lo contrario temía no volverla a ver o estar tan cerca de ella nuevamente.

Una vez llega la comida, comienzan a disfrutarla.

“Mmm, Mariano, esto estaba espectacular. Ahora me arrepiento no haber vuelto antes.”

“Hemos vuelto en el momento justo. Hace un tiempo no quería ni mencionar este lugar.”

“Por todo lo que me haz hecho comer ahora, no lograré dormir tan pronto…”

“No pasa nada, vamos a caminar si así lo prefieres.”

“Mmm, vale…” Matilda se quedó pensando en algo más pero no lo dijo.

Sin embargo, Mariano continuó, “Dime.”

“¿Decir qué?”

“Lo que quieres decir.”

Matilda se sonrojó, “¿Cómo lo sabes?”

Mariano arqueó una ceja y sonrió, “Te conozco tan bien. Tanto tiempo juntos, sería pecado no hacerlo.” Era cierto, habían ciertas expresiones de Matilda que la delataban, como ahora, para él fue evidente que quería decir algo más y no lo dijo, se lo guardó para ella misma. Pero él estaba dispuesto a fortalecer la confianza.

Matilda estaba color tomate, “No te creo. Un día te haré una prueba, a ver qué tanto dices conocerme...”

“Adelante. Acepto el reto. Ahora… Dime.” No iba a dejar pasar el momento, quería que Matilda expresara lo que quería.

“No pienses que abuso de tu confianza… Pero, ¿Podemos pasar por un té?”

Mariano asintiendo con la cabeza responde, “Sí, me haría bien a mi también.”

Matilda sonrió con una mirada suave y dulce, “Qué consentidor eres.”

Mariano invitó a la cena, no sin antes una pequeña lucha con Matilda en la que a regañadientes ella terminó cediendo. Pasaron comprando un té y desde ahí caminaron a orilla del muelle, hacia el área verde en donde finalmente se sentaron.

“Mariano… sé sincero…”

En ese momento él se tensó, no sabía que esperar, “Mjm.”

“¿Por qué le huyes a volver a dar clases?”

Suspira soltando tensión pero a la vez en resignación, “Uno, no tengo tanto tiempo como antes. Dos… Porque, antes lo hacía contigo.”

Matilda se volteó a verlo, sus ojos abiertos, grandes como platos, “Pero… No es que no puedas hacerlo sin mi.”

“Pues, cuando comenzaste… Te convertiste en mi complemento y no quiero cambiar ese patrón. Si vuelvo, será contigo. Pero, no estamos para volver con esa carga.”

Matilda bajó la mirada, sintiendo un pequeño calor en su corazón y un hormigueo en su cuerpo. Si no fuera en este contexto, seguro creería es una confesión amorosa. Sin embargo, en aquel entonces, ambos acordaron que sus agendas ya no permitían volver a la docencia. Fue justo en el momento que ella ya había ascendido a la dirección.

Suspira, “Tienes razón. Es solo que… Eres tan bueno en eso, en compartir lo que sabes. La forma como hablas, haces que todo este mundo en el que vivimos laboralmente, suene maravilloso. Haz formado a excelentes profesionales… Que… Me resulta una pena que no puedas seguir compartiéndolo.”

Ahora era el turno de Mariano de sonrojarse, aclaró su garganta y respondió, “Diciéndolo de esa manera, me pintas como un súper héroe. Pero, si tanto te agrada, entonces acepta la ponencia. ¿Te haría feliz?”

Matilda le sonrió, “Claro que sí. Solo es un par de horas y vuelves. ¡Eres lo más!”

“Con una condición…”

“¡Ay!”

“Vas conmigo.”

“Mariano…”

“Organízate para despejar tu agenda.”

“Ay no…”

“¿Por qué no?”

“Es mucha gente.”

Mariano levantó una ceja y se carcajeó, “¡Vamos! Haz hablado frente a millones de personas, ahora por unos cientos, te da pánico escénico.”

“Si lo pones así, pues…”

“No es nada, tu me hiciste aceptar. Ahora, acepta tú por mi.”

Con un tono casi de suplica Matilda comenzó, “Marianito… porfi…”

“No intentes convencerme.”

“Pleasee!”

“¿Y si te doy un incentivo?”

El rostro de Matilda cambió, con mayor interés, “¿Cómo cual?”

Con una leve sonrisa Mariano le dice, “Que irás a la semana de la moda…”

“¿QUÉ?!” El rostro de Matilda era de total sorpresa.

Mariano asintió.

“Eso ya es chantaje!”

Mariano se rie.

“Además, seguro y siempre sí me ibas a mandar…”

“¿Entonces, sí me acompañas?”

“Ugh! te gusta ponérmela difícil… Está bien.”

Matilda internamente estaba emocionada por ambas situaciones. Aunque sí, la ponencia la ponía nerviosa. Un pequeño escalofrío recorrió todo su cuerpo y la hizo temblar.

Mariano al darse cuenta se quitó su chaqueta y se la colocó a Matilda, “No te vayas a resfriar.”

En realidad era mas por sus pensamientos que por el clima.

Matilda se sonroja nuevamente, “Gracias jefecito.”

“Con gusto.”

Matilda bostezó, Mariano vio la hora y dijo, “¿Estás agotada?”

“Tal vez un poco.”

“Vamos, te llevo.”

Ambos se levantaron y comenzaron a caminar de regreso, en ese instante Matilda se percató de lo mucho que habían caminado.

Sin dudarlo, se sostuvo del brazo de Mariano y se quitó sus tacones, él no comprendió y pregunta, “¿Qué haces?”

Matilda sonríe juguetonamente y se sonroja, “Pues, el cansancio del día…”

“¿Y te quitas los zapatos, así por así?”

Ella se encoge de hombros y asiente, “Pues… Sí. Lo he hecho toda mi vida, no te preocupes.”

Mariano sacude su cabeza en un gesto de negación, “Primera vez que te veo hacerlo.

Deja, te ayudo…”

“No, no hace falta, los guardo en el bolso.”

Efectivamente, guardó los zapatos en el bolso que llevaba. El sonríe y le dice, “No me refería a eso.”

“¿Entonce…”

Mariano con un movimiento rápido, levantó a Matilda y la cargó en sus brazos.

“¡Ah!

Mariano, bájame… ¡Estás loco!”

Mariano ríe, “Te llevo, no es nada la distancia. Estamos cerca.”

Matilda en su interior quería golpearlo, pero no dejaba de ser su jefe. No podía permitirse ofenderlo, ¿Verdad?

“No, cómo crees. Bájame ya… estamos en público…”, recordando llevar la chaqueta de Mariano, la sujeta con su mano y justo le logra cubrir la mitad del rostro.

“Jajaja, no hay nadie, ya es noche.”

Matilda voltea y efectivamente, casi solo están ellos.

“Mariano, no, luego pensarás que me aprovecho de ti.”

“Matilda, estás cansada. Solo te ayudo. Además, no me he ejercitado todos estos días, me viene bien.”

Matilda suspira, “Que suerte que llevo pantalón, ¿Sino qué?”

“Pues, llevas mi chaqueta, te cubro y ya.”

“Mañana no llego, eh.”

“No te atreves.”

Juguetearon así todo el camino, haciendo que Matilda se fuera relajando poco a poco.

Al llegar al coche, Mariano la sentó en el asiento del pasajero y luego se sonrió a sí mismo.

Siempre han tenido una relación cercana y juguetona, además, con ella podía bajar la guardia. Sin embargo, nunca había logrado esa cercanía física, internamente regocijaba de alegría en un nudo de emociones.

Hace algún tiempo, Mariano se había aceptado a sí mismo que se había enamorado de Matilda. Cuando finalmente lo entendió, Matilda ya estaba saliendo con alguien más, luego intervino Miguel y luego formalizaron su relación, lo que dejó a Mariano con las palabras en su boca sin poder hacer nada.

Ahora, Mariano aprovecharía cualquier oportunidad que se le presentara.

Esa noche al llegar a casa, Mariano durmió de una forma placentera.

___

Mientras que Matilda era un nudo de nervios, preguntándose ¿podría tener menos vergüenzas con Mariano? Solo hoy me ha han sido miles de veces.

Pero… A pesar de eso, ¡ay! qué hombre. Solo de pensarlo… Mejor ni lo pienso.

Por ese camino NO, Matilda.

Es tu jefe.

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