Una inesperada invitación a almorzar

Pese a que lo intentó varias veces, Franco no consiguió levantar la mirada del talle que el conjunto formaba en la cintura de Valeria y, cuando al tercer intentó lo logró, después de encontró trabado en su senos, de los que le costó escapar lo mismo que a un aventurero de dos grandes colinas a las que no encontraba cómo atravesar.

—Se ve muy bien… Sí. Se ve muy bien —consiguió articular Franco en el momento en que descubrió que tenía la boca seca.

—Igual, me temo que no puedo llevarlo —dijo Valeria después de la tormentosa exploración a la que Franco sometió su cuerpo.

—¿Por qué no puede llevarlo? —preguntó Franco, alzando la voz y antes de que la asistente del almacén consiguiera hacer una sugerencia de vendedora para que Valeria se decidiera a pagar el conjunto.

—Porque… —Valeria bajó la mirada y se ruborizó— Es que es muy costoso, y como no he cobrado mi primer…

—Yo lo pago —dijo Franco sin pensarlo dos veces—- Señorita, por favor, ponga ese traje a mi cuenta. Mi asistente se lo l
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