Treinta y cinco

XXXV. Nuestras luchas.

La joven se lanzó de un salto nuevamente al refugio subterráneo, donde sus tres captores la observaban atónitos. El extraño hombre albino, al que le hizo un corte que sangraba en un anormal tono azulado, estaba tirado en el suelo, con los brazos de Adair a su alrededor. El viejo chamán de pie a su lado parecía cuidarlos, como si ella fuese una terrible amenaza. Níniel maldijo, el golpe de adrenalina que la respaldó durante su operación de escape había mermado y ahora sólo sentía cansancio y fatiga. Parecido a la vez que salió de la trampa con Brinda a cuestas, ahora también estaba imposibilitada y eso le generaba una frustración con la que era difícil lidiar. Aun así, todavía no perdía el control de la situación, seguía teniendo opciones.

—Me quedaré hasta que pueda irme, pero no se atrevan a amarrarme de nuevo. —Les habló en un tono oscuro, irreconocible, como una advertencia de "ya saben con quién tratan". Los seres asintier

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