Dieciocho

XVIII. Corazones cálidos.

Dejó pasar seis días, los peores de su vida. Bueno, tal vez exageraba un poco, pues había tenido bastantes días malos a lo largo de su existencia, pero vivir estos se sintió como un suplicio en diferentes sentidos.

Finalmente los ayudantes de la señora Agda habían logrado desinfectar su casa de cualquier rastro de acónito, por lo que pudo volver a su hogar después de semanas siendo un allegado. Apenas entró inhaló hondamente, percibiendo lo que era el dulce aroma de su cabaña. Él era muy hogareño en ese aspecto, amaba con su corazón aquella casita, por lo que de inmediato se puso a ordenar y limpiar, dejando todo como correspondía. Después de eso se dio un prologando baño, comió algunos manjares los cuales guardaba celosamente y se acostó feliz en la cama, listo para descansar.

Lástima que ahí comenzó su martirio.

Estar solo ya no era tan sencillo como antes, sobre todo después de haber ree

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