— Santiago no es lo que estás pensando, no malinterpretes las cosas. — Intenté calmarlo. —.
— ¿Me estás pidiendo que no malinterprete? Estás sola en la casa con él ¿Qué esperás que me imagine? Que no pasa nada y ya, ¿Qué están conversando como dos buenas amigas?.
— No cometas el mismo error que yo. Escúchame.
Comenzaba a llover más fuerte, nuestras ropas estaban empapadas.
— Estoy muy enfadado, la rabia no me está dejando pensar, siento necesidad de partirle la cara a ese m*****o —Apretó los puños y la mandíbula. —.
— Aguarda un minuto, le pediré que se vaya para que hablemos tranquilos.
— Aquí el que sé va seré yo.
— Santiago, espera tenemos hablar. — Lo tome de sus manos para detenerlo. —.
Las cosas iban en ascenso de problemas me negaba aceptarlo, pero era innegable: los problemas llaman a más problemas.
—Déjame sí, no me siento bien y aunque esté manteniendo el control, este exceso de rabia en cualquier momento podría hacerme cometer una locura. ¡Aléjate!
Se encamino h