Su mordaz pregunta siguió a un largo silencio. El sheikh tenía la cabeza inclinada hacia un lado, su rostro desprovisto de cualquier emoción antes de que una sonrisa cruel llegara a levantar sus pómulos altos.
-No obtengo ningún placer de ello, señorita Gray, respondió finalmente; Siempre he sido así, tómalo o déjalo.
¿Tenía elección? Pensó mientras le servía una taza de té.
- Continuemos nuestra conversación si no te importa, agregó, deslizando cuidadosamente su mano hacia la taza.
- Aparte de tu pasión por la lectura, ¿tienes amigos? ¿Un novio?
- ¡No, por fin! ¡Ya te lo he dicho! Ella respondió en un tono que sugería que estaba sorprendida por la pregunta.
Ella lo vio fruncir el ceño ligeramente.
- Bien, podrías haber estado mintiendo, objetó el hombre con dureza.
- No tengo tiempo para tener novio si quieres saberlo todo.
Liya lo fulminó con la mirada, contenta de que él no pudiera ver lo enfadada que estaba con él.
- Vives como una monja para llevarte bien.
Dolida, Liya hizo todo