Capítulo 4: Estás en mis manos.

Marina manejó fuera de la ciudad, luego llegó a la casa de su tía, tenía muchos años sin volver a esa casa.

Tocó la puerta, estaba cansada, casi era de noche, al abrir la puerta, su tía la miró impactada de verla ahí.

—¿Qué haces aquí?

—He venido a ver a mi hermana.

La mujer hizo un gesto de rabia, la dejó pasar, su hermana Leonor corrió a abrazarla con fuerzas.

—¡Marina, volviste!

—Sí, tía, podría quedarme aquí.

—¡No puedes, ahora lárgate de aquí!

Marina la miró con rabia, esa mujer siempre fue cruel con ella, Leonor era cuatro años menor, miró sus ojos, parecía asustada.

—Leonor, ¿Quieres venir a vivir conmigo?

Los ojos de Leonor se abrieron incrédulos.

—¡¿Qué dices?! —exclamó la mujer enfurecida—. ¡No te la llevarás! Ella me ayuda en el trabajo, hace el quehacer.

—¿Leonor?

Leonor miraba a la tía con miedo, pero Marina acunó su rostro.

—Mírame a mí, no tienes que quedarte aquí, ya eres mayor de edad, puedes venir conmigo y ser libre de esto.

Leonor sonrió.

—¡Quiero irme contigo! 

—¡Malditas malagradecidas! —exclamó la mujer, quiso golpear a su hermana, pero Marina no lo permitió, dándole tan fuerte bofetada que la tía se echó a llorar.

—Viviste mucho tiempo del dinero que dejó mi madre, quédate con lo poco que queda, déjanos la vida en paz.

Leonor tomó sus cosas, y subieron al auto, escuchando a la tía maldecir sus nombres.

—¿A dónde vamos? —exclamó Leonor

Marina sonrió.

—No lo sé. 

Llegaron a un departamento en renta, Marina pagó un mes por adelantado, estaba semi amueblado, y estaba en otra ciudad lejos de su pasado.

—¿Por qué volviste, Marina?

Ella hundió la mirada, sus ojos se volvieron llorosos, Leonor se preocupó.

—Lo perdí todo, Leonor.

Leonor tomó su mano.

—Yo estoy aquí.

Marina abrazó a su hermana, sabía que era verdad. 

Pasaron tres meses, Marina consiguió un puesto en el área de administración en una empresa inmobiliaria, pronto tuvo un puesto importante ahí, ganaba suficiente para vivir, y para pagar la universidad de Leonor.

Cuando volvió de la hora del almuerzo a la oficina, tuvo un terrible mareo, se sintió tan mal que pidió la salida, apenas pudo conducir a casa.

Leonor que recién llegó de clases la miró pálida.

Marina sintió su estómago tan revuelto que fue a devolverlo al excusado. Leonor se preocupó mucho, cuando la vio salir se acercó a ella.

—Marina, ¿Estás embarazada? 

La pregunta de Leonor fue como si un clic en su mente fuera accionado, sonó tan lógico, que Marina tuvo un miedo profundo, no había menstruado, excepto el primer mes, y solo tuvo un ligero sangrado rosado que duró menos de un día, luego acabó, ella era muy irregular, creyó que el estrés afectó su menstruación y que luego se corregiría.

—No… no lo sé…

Sus dudas incrementaron, no podía quedarse con la incertidumbre, fueron hasta un laboratorio médico, donde les dijeron que en una media hora tendrían el resultado de la prueba de sangre.

Cuando le entregaron el sobre, las manos de Marina temblaron, abrió ese sobre y leyó los resultados, se quedó perpleja, su corazón palpitaba muy rápido

—Sí, estoy embarazada, Leonor.

Su hermana la miró impactada.

«Estoy esperando un hijo de Demetrius Vicent, ahora algo nos unirá por siempre», pensó, sintió que tenía sentimientos encontrados.

—Hermana, tendrás al bebé, ¿Verdad?

Ella miró sus ojos.

—Sí, lo tendré —aseveró sin dudar. 

Cinco años después

—Lamento tanto que la compañía deba ser comprada por otra empresa, pero, no puedo trabajar con ellos —dijo Marina con la voz triste.

—¿Por qué no, Marina? Ellos han visto tu  perfil, te quieren, saben que eres inteligente, que has logrado administrar bien al personal, incluso mejoraste un setenta por ciento el ausentismo, y conseguiste reducir un ochenta por ciento la rotación del personal, te pagarán el triple de lo que ganabas aquí, piensa en tus hijas, en tu hermana, tienes muchas responsabilidades, no dudo que la liquidación te sirva y que consigas otro mejor trabajo, pero, ellos hasta te pagarán el departamento donde vivas por un año completo; ahorrarás mucho.

Marina miró su rostro, el señor Méndez tenía razón, pero ¡Ella no podría trabajar para Vicent Company!

—Yo no puedo trabajar con Demetrius Vicent, realmente no puedo.

—¿Y quién ha dicho que trabarás con él? Ese hombre se fue a vivir hace años fuera del país, junto a su madre, la empresa la dirige su hermanastro, un tal Albert Preston, es el nuevo CEO, no tendrás trato con ese hombre.

Ella titubeó, no sabía nada de Demetrius Vicent, nunca lo buscó, bajó la mirada, cuando un mensaje le llegó a su teléfono lo leyó, era de la maestra del colegio, diciendo que Mady había roto un cuaderno de su compañero, hizo un gesto de desespero, pensó en sus hijas gemelas, Madeline y Adeline, no podía negarles la vida a la que estaban acostumbradas, siempre se esforzó por darles lo mejor, tal vez no tenían una vida de lujos, pero tampoco de carencias.

—Si está seguro de que ese hombre no estará en el país, creo que puedo aceptar, solo por un tiempo, hay más oportunidades en esa ciudad, que en esta.

«Han pasado cinco años, tal vez me han olvidado», pensó.

Cuando Marina recogió a las niñas, estaba seria.

—Mami, ¿Te has enojado? —exclamó Mady con voz triste, era traviesa y rebelde, más que su hermana.

Marina la miró, pero tocó su cabello, no podía ser tan dura.

—Mady, no debes pelear en el colegio, ya lo hemos hablado.

La pequeña niña se encogió de hombros, tenía el cabello castaño claro, con un flequillo, idéntica a su hermana.

—¡Es que Ernie se burló de nosotras!

—¿Qué les dijo? 

—¡Qué nuestro papá no nos quiere, por eso no tenemos uno! ¿Verdad que no es cierto, mami?

Marina sintió su corazón pequeño, miró a Ady y la vio llorar, la cargó en sus brazos, negó.

—No, ¡No es cierto! Ya les he dicho que papá trabaja mucho, del otro lado del mundo, por eso no puede venir, pero él siempre envía dinero, y les ha enviado regalos en cada cumpleaños.

—Mami, ¿Y cuándo volverá papi?

Marina titubeó ante la voz de Ady.

—Pronto, cariño, ahora iremos por un helado.

Las niñas sonrieron y subieron al asiento de niños, Marina condujo, sintió que pensaba en él, después de tanto tiempo negándose a hacerlo. 

Cuando llegaron a casa, Marina y Leonor hablaron al respecto.

—Sé que ahora estas en pausa de estudios, y…

—¡Me encanta la idea! Podría buscar hacer mis prácticas, haya hay muchas empresas, muchos lugares por conocer, ¡Sí, Marina! Será un buen inició para todos, además yo cuidaré a las niñas, como hasta ahora, te prometo que no volveré a perder materias en la universidad.

Marina sonrió.

—Está bien, volveremos a esa ciudad. 

Volver no fue tarea fácil para Marina, todo el tiempo estuvo temerosa, pronto cuando ingresó a trabajar sintió menos miedo.

Ella conocía Albert Preston solo de vista, porque nunca se llevó bien con Finn, sin embargo, cuando le tocó conocerlo, se dio cuenta de que el hombre no la reconoció, ni tomó en consideración su nombre, eso le dio seguridad.

El departamento donde vivían era hermoso, y las niñas se acostumbraron con rapidez a su nueva casa, junto con su tía Leonor.

Ese día, Marina fue a comer a casa, y volvió rápido a la oficina, su jefe el señor Davis, le indicó que había una auditoría.

Ella y el señor Davis hacían buen equipo, junto al departamento de administración.

—¿Cómo es que llegaron a auditarnos tan pronto?

—Dicen que enviaron personal, hay rumores de que dudan de malos manejos financieros del CEO Preston.

Marina se puso nerviosa, pensando si eso pondría en riesgo su propio trabajo.

Demetrius Vicent estaba en la oficina, frente a Albert.

—Todo esto está mal, en un solo año has bajado un diez por ciento el precio de las acciones de la compañía, ¡Imagina si te quedas un año más! La junta lo decidió, ya no eres más el CEO de Vicent Company.

El hombre golpeó el escritorio con rabia.

—¿Quién te crees que eres? ¡Soy accionista! —exclamó Albert.

Demetrius sonrió con cinismo.

—Soy el dueño de la compañía, ahora volveré a ser el CEO, puedes quedarte como mi segundo al mando, pero, no volverás a dirigirlo solo, si no te gusta, vende tus acciones, no me importa, tú sabrás, recuerda que aún no tienes tu herencia.

Albert lo miró con rabia, salió de prisa.

Demetrius lo ignoró, sentado en la gran silla, tomó el listado de empleados, tenía mucho por hacer, y de pronto, leyó ese nombre, algo en su interior se sobresaltó, como si cinco años volvieran en un solo instante.

—¡Marina Hall! ¿Será la misma?

Demetrius abrió su computadora, y buscó en el listado del personal en la página web, aparecía ahí cada empleado, con su perfil laboral, y su fotografía. Sus ojos se abrieron enormes,

«¡Es ella!», pensó, no supo que sintió con exactitud, tal vez una mezcla de rabia y melancolía.

«Ella te ha amado desde la primera vez que te vio, hace un año, pero tú solo tenías ojos para esa mujer cruel que te abandonó» el recuerdo de las palabras de Finn volvieron a su mente, se estremeció al instante, luego llamó a su asistente.

—Quiero que mande a llamar a Marina Hall ahora mismo, dígale que el CEO quiere verla, pero, no se atreva a decirle mi nombre —sentenció, seguro de que ella creía que él no estaba en la empresa.

La asistente asintió.

Marina caminó hacia la oficina del CEO, su mente estaba confusa, sin saber para que ese hombre la querría, sin embargo, pensó que como su jefe estaba siendo auditado, sería lógico que la necesitara, siendo la siguiente en jerarquía.

Tocó a la puerta y se adentró, miró alrededor, solo vio la silla girada, dando la espalda, no podía ver al hombre tras ella.

—Buenas tardes, señor Preston, me mandó a llamar, dígame, ¿En qué puedo ayudarle?

Un silencio envolvió el lugar, Marina tuvo el presentimiento de que algo estaba muy mal.

—¡¿Tú que haces en mi empresa, Marina Hall?! —exclamó con esa voz ronca y firme, que tuvo un efecto sobre ella, sintió que temblaba, pero de pronto, el hombre se levantó, caminó hacia ella en un par de zancadas, acorralándola, Marina sintió que se congeló con el frío de su mirada—. Así que volviste a mí, debes ser demasiado tonta para caer de nuevo en mis manos —sentenció estando muy cerca de ella, pudo sentir su cálido aliento, y notar la rabia en su mirada. 

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