El día llegó de forma veloz para Roman, la emoción aun estaba corriendo por sus venas y el tibio cuerpo de su esposo a su lado le recordaba la buena noticia que le había dado.
Con cuidado acercó su mano a la pequeña protuberancia del cuerpo de la ninfa y la acarició suavemente.
-Hola bebé, espero que estes comodo en el cuerpo de mami, tu no te preocupes por nada, yo me encargare de hacer la manada más alegre y segura del mundo para ti, incluso te creare un nido, tendrás el cuarto más maravilloso, lleno de juguetes y estrellas en el cielo y aves ¿te gustarán las aves? a lo mejor prefieres conejos o peces ¿como voy a saber esas cosas?
Amiel no pudo contenerse y se carcajeó.
-Estás siendo ridículo.-le dijo entre risas.
El alfa se ruborizó viendo a su esposo reir.
Se limpió la garganta y siguió acariciando la pancita de su esposo.
-No es de buena educación escuchar conversaciones ajenas, esposo.
Amiel tomó aire, calmando su risa por fin y sonrió.
Tomó la mano que estaba acariciando su tri