El alta e imposición de un capricho

—De no estar aquí, me lo cuentas y no creería lo que acabo de escuchar —me dijo Anna arqueando una ceja.

Ella y yo, nos encontramos parados en el ventanal de la habitación mientras el doctor y la enfermera revisan a Anel, quien se mantiene despierta, algo aturdida, pero con los ojos lo suficientemente abiertos para vigilar todo lo que sucede a su alrededor. Incluso, por ratos nos observa con mirada interrogante, como si quisiera decirnos o preguntar algo que no sé si por la presencia de quienes la revisan o porque no haya como preguntar se mantiene en actitud titubeante.

—¿Qué le hiciste Sanna?, Anel no es esta mujer que tenemos al frente —afirma mirándola fijamente y con un tono de voz acusante.

—Como bien sabes nada pude hacerle estando en la distancia y ella dormida todo este tiempo. Que yo sepa no tengo poderes telequinéticos —respondí con sarcasmo—, mejo

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