—¿No es suficiente con diez mil dólares? Puedo pagar más, solo dime tu precio —insistió Camila, con una sonrisa fría.
—¿Qué demonios? No puedo hacer algo así. Soy médico y mi trabajo es salvar vidas, no matarlas —respondió el médico, indignado.
Camila lo miró fijamente y, con una sonrisa aún más cru