Capítulo 21

Miranda

No debí pedirle aquello, mucho menos luego de lo cruel que fue recibir su rechazo ayer en mi viejo departamento, pero la soledad tampoco es algo que mis nervios estén dispuestos a soportar. Mucho menos en este inmenso e incierto lugar tan frío como un sepulcro.

Cuando era niña tuve una vecina como la señora Hills, una mujer que se preocupaba por su comunidad, ella no señalaba ni rechazaba a mi madre por su profesión, nos preparaba de comer y mamá le pagaba por ello, me visitaba constantemente para saber que todo estuviera bien conmigo y me defendía de las continuas habladurías acerca de nosotras y de la vida que mamá llevaba. Lo único malo que tenía esa mujer era su esposo. Un viejo, el administrador del edificio, un cerdo que amenazaba con echarnos del edificio si mamá no ced&i

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