Jacob nunca supo cómo lidiar con la anciana, así que decidió cambiar de tema y preguntó: —Bueno, ¿ya llegó Walter?
Nerea, al escuchar eso, se enfureció y replicó entre dientes: —Todavía no. ¡Quién sabe dónde diablos andará!
Jacob se rascó la cabeza y soltó una risa torpe, mientras Mariana suspiró con resignación, lamentando lo poco que Walter importaba para su abuela.
Jacob se dio cuenta de la incomodidad y aplaudió. El mayordomo, que estaba detrás de él, entendió la señal y se acercó rápidamente. —Abuela, este es el regalo que escogimos especialmente para ti. Esperamos que te guste.
La familia Díaz le había concedido un colgante de jade nefrita, tallado a mano con una figura vívida de Jesús.
Mientras se revelaba el regalo, las luces resplandecían sobre él, haciéndolo brillar de manera deslumbrante.
—Abuela, le deseamos buena salud, una larga vida y que Dios la bendiga —dijo Jacob mientras le ofrecía el regalo con ambas manos.
Nerea, al ver el colgante, se quedó encantada y no dejó de