Mariana revisó el refrigerador y encontró muchos ingredientes frescos. —¿Estos días estabas viviendo aquí?
—Sí.
La respuesta no le sorprendía a ella.
Esas cosas debían haber sido preparadas por Simón para él.
Pero ese tipo parecía olvidar que su jefe no sabía nada de cocinar.
Mariana no dijo más y se puso manos a la obra. Puso a hervir agua, coció los fideos y preparó los condimentos, todo en un solo movimiento. Cuando los fideos estuvieron listos, los enjuagó cuidadosamente con agua fría, luego los colocó en el caldo preparado y añadió un huevo pochado.
Al ir a agarrar el plato, el vapor caliente la hizo retroceder de un salto, llevándose las manos a las orejas instintivamente.
Walter, observándola, no pudo evitar sonreír para sus adentros. Se acercó y, sin decir nada, tomó el plato y se acercó a la mesa para sentarse.
Mariana lo miró con sentimientos encontrados.
Walter siempre era tan atento, pero lamentablemente, esa gentileza nunca fue para ella. Al pensar en eso, volvió a sentir