Walter se acercó y, mientras introducía la fecha de cumpleaños de Mariana, 0921, en el panel táctil, dijo de manera despreocupada: —Ya me acostumbré a esta contraseña. Siempre la riego cuando la cambio.
Mariana observó su espalda mientras él se dirigía a la sala de estar, maldiciéndose internamente por ser tan débil. Ese tipo sólo había vuelto a poner la misma contraseña y ella ya se sentía nerviosa como un conejo.
—Poco a poco te acostumbrarás —dijo en voz baja, sin saber si se lo decía a Walter o se estaba convenciendo a sí misma.
Walter se dio la vuelta para mirarla y escuchó que añadió: —Tarde o temprano tendrás que acostumbrarte a otra cosa.
Él soltó un resoplido y preguntó: —¿Por ejemplo?
—Nada.
Por ejemplo, ella tendría que acostumbrarse a no importar más a Walter, aceptar la dura realidad de que ya no sería la señora Guzmán.
Levantó la vista y lo miró con los ojos llenos de pérdida.
Y, por ejemplo, tendría que aceptar que Walter nunca la amaría en su vida.
Walter se encontró co