Al salir del restaurante, Yolanda detuvo a Jacob detrás de ella.
Jacob, confundido, se preguntó qué estaba pasando.
—Es hora de despedirnos —dijo Yolanda con tono despreocupado y mirada distante.
Jacob imitó su actitud y sonrió, abriendo la puerta del auto. —Le prometí a la señorita Chávez que te llevaría a salvo. Seré tu caballero andante. Si te pasa algo en Mesoluz, no sé cómo le explicaré a la señorita Chávez.
Yolanda frunció el ceño, sintiéndose un poco molesta. —No necesitas hacerte responsable; puedo encargarme yo misma, ¿de acuerdo?
—Ya que estamos aquí, disfrutemos —Jacob tomó la mano de Yolanda, casi sin darle oportunidad de protestar, y la ayudó a subir al coche.
Yolanda abrió la boca para decir algo, pero al levantar la vista, vio a Jacob inclinado hacia ella. Estaba tan cerca que se sintió paralizada; incluso su respiración se volvió intensa.
Jacob frunció el ceño mientras aseguraba el cinturón de seguridad para ella.
Jacob cerró la puerta del auto.
Yolanda se quedó atónita