—¡Él se lo merece! —dijo Catalina con desdén.
Aunque Tobías estaba de acuerdo con Catalina, la reprendió: —Basta con que lo maldigas en tu interior. No es necesario que lo digas en voz alta. ¡Hay que tener educación!
Catalina hizo un gesto de desaprobación.
Sancho también tosió, y Catalina se acercó de inmediato. —¿Papá, te sientes mal? —preguntó preocupada.
El anciano había estado enfermo hace unos días.
Parece que lo mejor sería llevarlo a casa.
No podía quedarse aquí sin más.
—Papá, mejor regresemos. Cuidamos de la mamá —Catalina trató de calmar a Sancho.
Sancho sacudió la cabeza, pero nuevamente comenzó a toser.
Catalina se sentía realmente angustiada.
Los dos habían compartido su vida juntos. Aunque Lorena era estricta, a Sancho le gustaba que su esposa lo guiara.
—No me presiones para que me vaya. Si ella no despierta, ¿cómo puedo volver tranquilo? —Sancho volvió a tomar la mano de Lorena.
Catalina no tuvo más remedio que rendirse.
Si se quedaba solo en casa, tampoco podría estar