Capítulo 264
Después de que Scarlett saliera de la habitación, los dos hombres se miraron fijamente durante largo tiempo. Al final, Silco dejó escapar una ligera risa para romper el silencio.

—Tienes agallas, chico —dijo mientras sacaba una silla y apoyaba su bastón contra la cama, manteniéndolo inmóvil con la punta de sus relucientes zapatos.

—No eres precisamente intimidante —replicó Sebastián.

Silco rio, pero sus ojos estaban fríos como el hielo:

—¿Porque no dejé que te golpearan hasta la muerte? Admito que esa idea pasó por mi mente. Pero supongo que la vejez ablanda el alma por muy dura que sea.

Esta vez incluso Sebastián arqueó las cejas sorprendido. ¿Este hombre acababa de confesar su crimen? ¿Aquí mismo, en la habitación del hospital? ¿A él, la víctima? Se sentía más desafiado que enfadado. ¿Realmente este tipo pensaba que no podría atraparlo? ¿De dónde sacaba tanta confianza?

La mirada de Sebastián se posó en el bastón que casi le apuntaba. A menos que... fuera un arma.

—Me temo que no —Si
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