Scarlett giró hacia Sebastián, mirándolo con total incredulidad.
¿Era cierto? Quería preguntar, pero su cuerpo estaba demasiado conmocionado para responder. Todos los detalles de la semana pasada pasaron como un relámpago por los ojos de Scarlett. Rostro pálido. Poco apetito. Fatiga. Ocultando sus extremidades bajo pantalones largos y mangas... y la indiferencia en sus ojos como si no le quedara nada en el mundo por lo que preocuparse.
Todo tenía sentido ahora.
—¿Lo drogaste? —Scarlett frunció el ceño mirando a Ava, sin poder siquiera empezar a comprender—. ¿Por qué...? Es decir... ¿¡por qué!? ¿Qué beneficio te trae eso?
—¡Yo no lo drogué! Él... —Ava estalló furiosa. ¡Se drogó a sí mismo por ti! Pero para explicar eso, Ava tendría que perjurarse sobre el fallido crimen contra Scarlett—. ¡Esto se llama incriminación maliciosa, y puedo demandarte!
—¡¿En serio?! —Scarlett soltó un bufido con desprecio. Comparada con Ava, por supuesto que confiaba más en Adrián, aunque su historia fuera mu