Punto de vista de Dalma
No tenía ni idea de adónde me llevaba Antonio. Simplemente lo seguí. Sentía las piernas pesadas y su mano cálida alrededor de mi cintura, haciéndome estremecer. Cuando dicen que la curiosidad mató al gato, no se equivocaban.
La curiosidad me había llevado a drogarme.
—Dalma, un poco más —susurró Antonio con voz grave, su aliento rozándome la oreja. Asentí, demasiado aturdida para articular palabra. Su agarre se hizo más firme alrededor de mi cintura, guiándome hacia una habitación con poca luz. Mis sentidos estaban embotados, pero aún podía sentir el latido constante de mi corazón, acelerado por la anticipación.
Asentí, con la mente nublada, incapaz de articular palabras coherentes.
Me condujo a una habitación con poca luz, las sombras proyectadas en las paredes como oscuros tentáculos que se extendían para atraparme. Mis sentidos estaban embotados, pero mi corazón se negaba a calmarse, latiendo con un ritmo constante que reflejaba mi creciente inquietud.
La ma