13. MI OTRA RAZÓN PARA AMAR.
—Sin trampas, amor —le advierte el hombre.
—Está bien —Sarah suspira, rodando los ojos y luego obedece cerrándolos.
Cuando escucha que se estacionan, les pregunta a sus dos caballeros, si puede abrirlos.
—No, aún no —le dice Marcos. El hombre se baja y bordea el auto para ayudarla a salir. Simón, también se baja y se hace al lado—. A la cuenta de tres los abres.
—Uno, dos... ¡Tres! —cuenta el pequeño.
—Ábrelos —Sarah mira en frente suyo y es la casa que había vendido—. ¿Te comenté que fui yo quien compró tu casa?