CAPÍTULO XIX. CONDICIONES
Anissa
Mi barbilla tiritaba, no solo por la rabia que sentía en ese momento, sino también por la frustración y las ganas de llorar que me suplicaban liberar mis emociones.
—Anissa… —Gael se acercó a mí.
Levanté la mirada hacia él. Mis ojos ardían.
—Lamento haber arruinado la fiesta —dije, por lo bajo. Tenía la voz entrecortada.
Aparté la mirada de él y me senté después en uno de los hermosos bancos de cemento que estaba a un costado de nosotros, juntando las manos sobre mis rodillas. Me sentía mucho peor que fatal.
Gael tomó asiento a mi lado.
—Tú no arruinaste nada, Anissa —aseguró él, con suavidad—. Y, créeme, esta fiesta no tiene ning&