—¿Qué tonterías dices? Belén frunció el ceño con fuerza.
Junto a ella, Esteban también le dirigió una mirada penetrante a Paola.
—Cuide su lenguaje, señorita. —advirtió.
Esteban supuso que Paola se encogería como un roedor asustado y se disculpara con Belén, pero no fue así.
— Señor Luna, ¿su jefe sabe de sus andanzas por aquí? —regañó Paola mientras lo miraba con una ceja levantada de forma sugerente—. Le sugiero que tenga cuidado si va a jugar con fuego, porque el señor Peralta no es un hombre indulgente. No tolera un asistente descuidado.
Luego tiró de la muñeca de Alma y se marchó sin esperar respuesta de Iván o de Belén.
—Paola… ¿Es prudente hablar al Señor Luna de forma tan grosera? —preguntó Alma mientras caminaba con las rodillas temblorosas.
—¿Qué importa? – resopló Paola—. Ese asistente patético pronto será relevado de su cargo, y será obligado a ahogar por las calles.
Una vez que se vuelva inútil, dudo que Belén se pegue a él como lo hace ahora. — Paola