Por muy buenas intenciones que tuviera Amílcar, Belén rechazó su oferta y se mantuvo firme.
— No es que me moleste, pero soy hábil para protegerme. Tú, en cambio, no deberías quedarte afuera hasta la tarde, ¿y si alguien viene por ti otra vez?
Él volvió a rascarse la cabeza y a sonrojarse por la vergüenza.
La última vez me tendieron una emboscada, alguien me tocó y me dejaron débil e impotente.
Además, Ahora estoy de vuelta en mi país, No tengo que tener que se repita ese incidente.
Amílcar tenía una mirada tan decidida que Belén sabía que no iba a rendirse tan fácilmente.
De acuerdo entonces, puedes acompañarme hasta la entrada del barrio. Desde ahí tomaré un taxi para mi casa.
Amílcar asintió con la cabeza y sonrió muy feliz. ¿De acuerdo?
Mientras él la seguía en silencio, pronto se dirigieron a la entrada, por suerte había un taxi estacionado ahí, al que ella subió enseguida.
Amílcar pagó la tarifa por adelantado y le recortó al chofer que condujera con cuidado, este se re