Alitas se le aceleró el corazón y se le heló la sangre.
«¿D–Daniel? ¿Hace cuánto tiempo que está parado detrás de mí? ¿E– escuchó todo?». Al mismo tiempo, un miedo escalofriante la sofocaba, gotas de sudor se formaban en su frente. Inmediatamente después, pensó que Daniel podría no haber escuchado con Claridad lo que había dicho debido a la distancia y a su voz suave. «Quizás no me escuchó. No puedo ponerme nerviosa ahora, debo tranquilizarme». Con eso en mente, respiró profundo para recobrar la compostura antes de mirarlo directo a los ojos. Los ojos de Daniel eran oscuros y profundos, y esa mirada mordaz, hizo que se sintiera aterrorizada. Rita empezó a inquietarse, y apretó los puños con fuerza y apartó la mirada. —Hola, Daniel.— lo saludó mientras forzaba una sonrisa. Él no le respondió y se mantuvo quieto mientras la miraba fijo en silencio. Justo cuando Rita estaba al borde de