Belén se cubrió el pecho con un brazo antes de bajarse de la cama. Después de ponerse algo de ropa, se volvió hacia el hombre que forcejeaba y se burló para sus adentro.
«Subestimas a las mujeres, ¿no es así? ¿Aún piensas que las mujeres son indefensas y que puedes intimidarlas a tu antojo? ¡Sigue soñando!».
El hombre luchaba tanto por liberar sus manos que estas ya estaban de color rojo y la sangre aún brotaba de su herida en el hombro. Nunca espero que una mujer le atendiera una trampa.
— Te sugiero que dejes de forcejear — apuntó Belén después de ponerse la ropa—. Ese es un nudo muy firme. Cuanto más te resista, más va a apretarse. Así que será mejor que te comportes y esperes a que la tripulación te encuentre mañana.
Por fin, el hombre dejó de forcejear mientras su hija va su mirada en ella. En una situación como esa, cualquier persona estaría furiosa o aterrorizado, pero el hombre había recuperado la calma tras enfadarse por un momento.
Su reacción solo hizo que Belén f