La mexicana no sabe si lo que está a punto de hacer sea bueno o malo en la cultura de Sam, pero tiene muchas ganas de estar arriba de él y presenciar cada detalle de él.
Baja con mucha calma y delicadeza, pegando sus labios al pecho, depositando besos en toda esa zona. Dejando un camino húmedo, subiendo, dejando besos por su cuello y el costado de su mejilla. Hasta unir sus labios a los de él.
Para el coreano, cada caricia se vuelve tan nueva, tan embriagante, y desde donde está puede tocar cada parte de su cuerpo. Acariciando sus delicados y redondos glúteos. Johanna deja de besarlo y se acerca a su oído.
—¿Espero que no te incomode que esté arriba de ti? —le susurra de una manera delicada y seductora.
—No estoy acostumbrado, pero quiero que sigas —responde el señor Kim mientras le muerde con delicadeza el lóbulo de su oído.
La extranjera siente ese gesto y solamente deja salir un suspiro de liberación. Levanta la parte superior de su cuerpo, mirando con atención al hom