Capítulo 62

No hace falta que les diga cuánto se me desgarró el corazón en cuanto el médico me advirtió de lo que podía ocurrir. Mi hija no puede morir. Tiene tantas metas que alcanzar, tanta vida que vivir, tantos sueños y proyectos que deseo para ella.

La indignación vive en mi pecho. ¿Por qué tiene que pasarle esto a alguien tan joven? Preferiría que hubiera caído sobre mí, que esta enfermedad se hubiera cebado con mi cuerpo. Cualquier cosa menos mi hija. La debilidad es evidente. Dejo que mi cuerpo se deslice por la pared blanca hasta tocar el suelo.

Ha pasado una semana y sigo en el hospital día tras día, las 24 horas del día, temerosa de lo que pueda pasar si salgo un minuto. Como dijo el médico, encontrar una célula compatible con la de otra persona no es tarea fácil. Ver la cara de mi hija, esperanzada y luego abatida, sabiendo que aún no hemos encontrado un donante, es un martirio en mi vida.

— Tienes que levantarte. Come y bebe algo. - Diana me ofrece una taza de café. — Te sentará b
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