Alina
El frío me atraviesa hasta los huesos. Mis párpados son pesados, pero el sonido ronco de la respiración de Damon me saca de las profundidades del vacío. Abro los ojos con dificultad, la luz pálida de la luna reflejándose a través de las grietas del techo de la cabaña. Mi cuerpo está entumecido, como si algo se hubiera roto dentro de mí.
Una mano caliente envuelve la mía, y siento la presión de sus dedos. Damon está sentado a mi lado, su rostro tenso, marcado por la preocupación. Sus ojos ámbar, casi dorados bajo la luz lunar, están velados por una sombra que nunca había visto.
— Alina...
Su voz es áspera, rota. Roza mi mejilla con la yema de los dedos, y una calidez familiar se propaga bajo mi piel.
— Damon... murmuro.
Cierra los ojos, y un escalofrío recorre su cuerpo. Sus labios tiemblan. Me mira como si estuviera a punto de desaparecer.
— ¿Estás bien? pregunta con voz tensa.
Asiento lentamente con la cabeza.
— ¿Se ha ido?
Damon aparta la mirada. Su mandíbula se contrae.
— Por