Alina
El frío muerde mi piel mientras Damon me arrastra fuera de la sala del Círculo de Sangre. Mis piernas tiemblan, pero él no me suelta. Su mano es firme, caliente, y su fuerza me ayuda a no desplomarme. Detrás de nosotros, el oscuro pasillo se desmorona poco a poco, con escombros de piedra cayendo en un estruendo ensordecedor.
— ¡Tenemos que salir de aquí, ahora! gruñe Damon.
Echo un último vistazo detrás de mí, con la respiración entrecortada. Kael ha desaparecido, pero su presencia aún resuena en el aire como una sombra viscosa. La marca en mi nuca arde, pulsando al ritmo de mi corazón desbocado.
— Damon…
Él se detiene bruscamente, presionándome contra la pared del pasillo. Su cuerpo se tensa contra el mío, una mano levantándose para acariciar mi mejilla.
— ¿Estás bien? murmura, su mirada dorada brillando en la penumbra.
— Sí… creo.
Su mandíbula se aprieta.
— Estuviste a punto de…
Se interrumpe, su respiración entrecortada.
— Damon…
Levanto una mano tembl