Ese año Natalie se había mudado a nuestro apartamento y teníamos mucho tiempo que pasábamos juntas, haciendo ejercicio o cocinando, así que le conté todo sobre Davison cuando estaba segura que sí iba a llegar a la ciudad, lo mejor era que revisábamos sus fotos. Las dos estábamos en un punto de nuestras vidas donde pasábamos horas hablando sobre hombres. Al principio a ella no le convencía mucho Davison, sobre todo porque vivía muy lejos.
—Es como si hubieran tomado todo lo que me gusta de un hombre y lo depositaran en él —comenté a Natalie cuando estábamos comiendo mandarinas en la sala—. Va a llegar como en tres meses, me dijo. Iremos a tomar micheladas el primer día.
Ella me observaba con rostro pensativo y después volvió a observar la foto que un día anterior Davison me envió.
—¿Así son tus gustos? —preguntó, aunque sonaba más a decepción.
Por un momento me desconcerté, porque me parecía que Davison era bastante guapo; bueno, así eran mis gustos.
Natalie me entregó el celular y des