A mi lado, Nicolás gruñó.
Ambos lo ignoramos ahora.
Julián me sonrió. “Gracias, Piper”.
A medida que el día se convertía en tarde y la tarde en noche, no podía dejar de pensar en el cuchillo de Jane y en lo cerca que había estado de ser ensartada.
Si Nicolás se hubiera tardado medio segundo más, podría haber muerto.
Si hubiera muerto...
Temía esos pensamientos, pero aun así me obligué a afrontarlos.
Si hubiera muerto, habría muerto como alguien que se abstenía de las cosas que quería. Tenía mis razones y eran buenas. Mis necesidades siempre habían sido secundarias a las de Elva. Siempre lo serían.
Pero mientras estábamos aquí en el palacio, mantener a Elva segura, alimentada y feliz no requería mi sacrificio. Mientras estuvimos aquí, tuve la oportunidad de buscar mi propia felicidad, aunque fuera brevemente.
Y lo estaba desperdiciando.
Esperé hasta que Elva se durmió y luego salí de la habitación. Los guardias me vieron salir, por supuesto, siempre atentos