- ¿Cómo conseguiste este traje? ¿Y la peluca? - Yo pregunté.
- La ropa la conseguí una criada en la que confía tu padre, la misma que me dijo la hora exacta para entrar a la habitación. Catriel me prestó la peluca.
Me reí, en medio del caos:
- Típico de ese malo.
- Catriel no pudo ingresar al país. Brendon cerró el espacio aéreo.
- Él... Él no puede hacer eso. Es un golpe de Estado. – dijo Pauline, incrédula.
- Él puede. La Corte apoyó su decisión temiendo una invasión de Catriel y el ejército de País del Mar. Así, hasta que se resuelva la situación del futuro rey bastardo, nadie entra ni nadie sale de Alpemburg.
- Y... ¿Nadie pensó en mi padre? – Quiso saber Paulina.
- La Corte está dividida, según la noticia. Pero si este hombre resulta ser hijo del príncipe Felipe, recibirá la corona y será decretado rey de Alpemburg. Y nadie puede cambiar esto.
- ¡Que se joda Alpemburg! – Tuve el coraje de decirlo por primera vez.
- Pero lograste venir, Henry. Y cómo... ¿Nadie sospechaba? ¿Y cómo