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Despierto gracias a la luz que se cuela por las persianas de la habitación. Tengo ganas de agarrar de los pelos a esa persona que se ha atrevido a abrir las persinas sin preguntarme, como sea abro los ojos completamente. La luz me molesta, pero a nadie le importa al parecer. Volteo hacia el sillón... está vacío, no sé porque mi corazón deseaba que en él estuviera el cuerpo dormido de un alto Maximiliam, pero no hay nada y sé que es por mi culpa. Todo lo que pasó ayer fue mi culpa y sé que estuvo mal... pero son medidas extremas para situaciones extremas como estas.

—¿Y Maximiliam?— los ojos de Hannover aparecen por la puerta, esta de pie con un vaso de café y un sándwich en las manos. Me mira esperando una explicación que no creo que estar lista de hacerlo, pero aún y con eso sonrío por verlo.

—Hola... Maxine, ¿cómo estás? ¿Como te sientes?— contesto irónicamente, pues ni siquiera me ha saludado, solo esta preguntando por Max...

—Lo siento, hola, Max... pero ¿en dónde está ese hombre?
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