Un milagro

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Siendo una más de las personas que no tienen donde ir, voy deambulando por las calles sin rumbo alguno, hasta detenerme en el parque de diversiones de los pequeños. Me arrepentí en cuestión de minutos al ver que los rostros de las mamás de los pequeños me miraban con recelo y asco. En ese momento lo primero que se me vino a la mente es que mi vestimenta y mi rostro no están ayudando.

Antes de que ellas tuvieran las ganas de llamar a la policía por pensar que soy una roba niños corrí hacia el lavamanos público. Me apresuré a lavarme la cara. ¡Dolió horriblemente, quejidos de dolor salían de mis cuerdas vocales!

El murmullo de las mujeres fue ascendiendo y aunque intentara enfrentarlas para decirle que me encontraba en un lugar público al que tengo derecho de estar, me quede callada, decidiendo tragarme todo e irme por los niños que disfrutaban de los juegos de atracciones.

Seguí mi camino hasta detenerme por unos segundos a respirar y dejar que el aire entrara a mis pulmones. El hamb
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