Fue al tercer mes de haberse casado, cuando ella le dio la gran noticia, estaba esperando un hijo de él y ya se lo había confirmado pilamayaye, «la curandera», sólo que también le había dicho que había algo raro en su embarazo, por lo que debía tener verdadero cuidado y no hacer labores que requirieran mucho esfuerzo.
Optimista como siempre, Kenay, al escuchar su preocupación por lo que le habían dicho, trató de reconfortarla:
—No te preocupes… ya verás que todo va a salir bien… —dijo él, al tiempo que la abrazaba contra su pecho con toda ternura y amor— tú sólo debes cuidarte y hacer todo lo que te digan, y ya verás que las cosas serán de lo mejor.
—Contigo a mi lado no le tengo miedo a nada… sé que me va