Amelia Paola Miller vivido bajo el influjo y la protección de su familia, pero sobre todo de sus padres, que ha marcado y a impuesto como una necesidad, justamente como les ocurrió a sus hermanos gemelos. La heredera, creció con la ilusión de ese gran amor, con apenas doce años, se enamoró del primogénito de los Blake, Angus. Durante dos años, Angus ni la miró, para él era como su hermana Connelly, por eso ella siguió ocultado su amor, hasta ese día que la heredera cumplió quince años, y se dejó aconsejar por su hermana Ailan, apareciendo en la fiesta de celebración de su cumpleaños, con un aspecto deseable, que llamó la atención de mucho de los jóvenes. Pero esto no tuvo el resultado que ella había previsto, sobre todo cuando escucho a escondidas, como Angus decía que, para él, Amelia siempre sería su hermana, que sólo jugaba a convertirse en adulta, algo machona, pero que eso no cambiaba su interior. La protagonista tras llorar, tomo una decisión, no aspirar más a ese amor, sólo serían hermanos. Angus advirtió el cambio de la heredera hacia él, más obediente, menos feliz, pero le quito importancia, luego los años, como CEO de dos grupos, los alejaron, hasta ese día, en la fiesta de víspera del día de navidad, donde Ailan se encargó en la transformación de las damas, provocando el estado de shock de Angus, ante la belleza en la que esa pequeña Amelia se había convertido, y cometió el error de exigirle. Para Amelia fue la gota que colmó el vaso, y salió la guerrera, rebelde y tentadora, fue así como Amelia, inició un camino que se convertirá en una guerra cruenta entre esos dos ¿Caerán los dos consumidos por esos sentimientos que llevan intentando aniquilar hace años?
Ler maisAmelia.
- “Es increíble lo inquieta que eres, ¿Te puedes a quedar quieta de una m*****a vez, Amelia Earhart? O te juro que te ahogo con mis propias manos, enana del demonio”- la voz de mi hermana Ailan se oyó alta y desesperada, en la sala privada de mi madre, que estaba en el segundo piso de la mansión Miller, en Nueva York. No podía evitarlo, a mis quince años, era la primera vez que me maquillaba, y sinceramente, no se vosotras mujeres del mundo, pero para mí, esto del rímel, y el Enliner, es un maldito invento del demonio, hecho para torturar los ojos de las mujeres incautas, que se dejan arrastrar por estas estúpida manía del estilismo y el maquillaje, por mucho que lo intentaba, no podía evitar que mis ojos parpadearan, lagrimando, cosa que provocaba que intentara secarme las lágrimas, aumentando así la ira de la estúpida de Wendy. - “¡Es totalmente imposible! Mamá me rindo, tu hija es un maldito hombre, en cuerpo de mujer, mírala, si se parece un panda.”- se quejó Wendy a mi madre, la Diosa Miller, que estaba allí supervisándolo todo, al ver que su influencia, la de Ailan, sobre mí, su hermana pequeña, no funcionaban. Decididamente esto era injusto, mi madre era todo poderosa, y contra ella no sé podía, por eso elegía a Ailan para que me maquillara, en el día de mi cumpleaños, y todo por culpa de la idiota de Penélope, la estúpida jefa de animadoras de mi instituto, que me había retado a vestirme como una mujer, con traje tacones, maquillaje… todo el completo, para así celebrar mi cumpleaños número quince. Pensaran que esto, para una quinceañera no era nada difícil, pero están equivocados, adoro los vaqueros, incluso los vaqueros de peto, las camisas anchas, o la ropa deportiva de hombre, como las sudaderas con capucha mejor, por el contrario, odio los tacones, las camisetas femeninas, esas con poca tela, pero, sobre todo, los vestidos, y las faldas tanto largas, como cortas. Lógicamente, siendo una heredera Miller, y teniendo en mi casa muestras de belleza como mi hermana y mi madre, es casi un pecado, pero es como verdaderamente me siento cómoda. Creo que cuando mis padres me crearon, tuvieron un error de cálculo, y en vez de un guapo heredero, nací yo, una alta, y atractiva mujer, de pelo castaño oscuro, y ojos azules, que odia vestir de forma femenina, de acuerdo con su género, o por lo menos eso dicen la costumbres. - “¡Es verdad, Roy!, como dijiste, Amelia va a ir disfrazada de mendiga, con cara de payaso.”- la voz infantil del enano, mi hermano Marcus, de doce años, o Robin Hood, que era como lo llamábamos los hermanos Miller, era lo último que me faltaba. - “¡Mamáaa!”- dije haciendo un mohín, con una exagerada queja infantil, nada linda para una jovencita que cumplía hoy quince años. - “Norman Miller, ¿es que no puedes controlar a tus hijos? Estamos ocupadas, bastante difícil es todo esto, para que esos trogloditas delincuentes Miller, lo pongan aún peor.”- la voz directa y firme de mi madre tuvo el efecto que yo esperaba. Tras unos segundos, mi padre apareció delante de la puerta del salón privado de mi madre, llevando en sus manos, una de las orejas de cada uno de mis hermanos, con ellos pegadas a ella, los estúpidos gemían, y suplicaban a mi padre, que los soltara. - “¡Ahh!, ¡papá!, ¡papá!”- decía mi hermano Roy, alias rey Arturo, totalmente encorvado intentando pegarse a la mano de mi padre, para evitar sus tirones. Era casi ridículo ver a un joven de dieciocho años, que era casi tan alto como mi padre, agachado, y quejándose como un niño, por el consiguiente castigo paterno. Al otro lado de mi padre, alzado por su oreja, estaba el benjamín de los Miller, Marcus, alias Robin Hood, que sólo gemía, intentando no resistirse mucho, sabía muy bien, como todos nosotros, los hermanos Miller, que cuando mi madre reñía, o se quejaba con mi padre, por alguna, o por todas nuestras trastadas, el verdugo de la diosa ejecutaba rápido su sentencia, sin compasión, así que resistirse era de estúpidos. - “Hablad, o callad para siempre, malditos delincuentes.”- fueron las bajas, serias, pero precisas y directas palabras de mi padre a esos dos gamberros, antes de soltarles las orejas, que ya estaban bastantes enrojecidas. - “Perdona, Amelia, seguro que estarás preciosa.”- dijeron a continuación a coro esos dos idiotas, agachando la cabeza, demostrando que mi padre, ya les había anexionado de lo que debían decir, si no querían sufrir las consecuencias, por molestar una de sus princesas. Ailan y yo sólo sonreímos, y esto me sirvió para relajarme, haciendo que por fin mi hermana pudiera acabar su trabajo. Al principio tuve miedo en mirarme en el espejo, pero al mirar la cara de felicidad de mi madre, la sonrisa orgullosa de mi hermana, y, sobre todo, la cara de terror y preocupación de mi padre, y mis dos hermanos, tuve la confirmación que debía de estar impresionante. - “Roy, tienes trabajo extra. ¡Por dios, como deseé que este día nunca hubiera llegado!, ya es suficientemente malo lo pasamos con tu hermana Ailan, para que ahora mi bebe…mi querida Amelia, mi dulce y tranquila princesa. ¿Cómo no me di cuenta? …yo…”- las palabras de mi padre salían de su boca de forma lastimera, mientras no apartaba su mirada de mí. - “Lo sé, papá, por desgracia es el deber que tiene un Miller con su familia.”- lo interrumpió mi hermano Roy, con un enorme suspiro de resignación, y cansancio. - “Yo también lo que se papá.”- dijo Marcus alzándose, queriendo mostrarse más alto de lo que verdaderamente era, con solo doce años. - “Bienvenida a la custodia de control y protección Miller, Amelia Earhart, ya eres una mujer hermosa, atractiva, y definitivamente un maldito dolor de cabeza para esos tres de ahí, disfrutadlo.”- me dijo Ailan al oído en un murmullo, señalando a mi padre, y a mis dos hermanos. Mi madre en cambio solo movía la cabeza de un lado al otro, con resignación, demostrando que estaba más que acostumbrada al dramatismo extremo, y sobreprotector de los hombres Miller. Quizás fue esa reacción de mis hermanos, y mis padres, lo que me animo para salir con seguridad esa noche, si ellos se mostraban así al verme, quizás, sólo quizás, Angus Blake podía notar que yo también existía, que era una mujer de verdad, como muchas de las chicas con las que él salía en el instituto, incluida Penélope Carrigan. Lo malo de las expectativas es que son eso, expectativas, nunca tienen que volverse realidad, y eso es algo que pronto yo iba a descubrir, justo esa noche, una lección que iba a aprender muy bien para mis años venideros, y que formarían, por muchos años, mi única forma de vida. Angus. - “¿Estás segura de que esto es lo que te dijo Amelia que quería que le regalaran por su cumpleaños, Betty Boo?”- le pregunté a mi hermana Connelly, de once años, y mejor amiga desde siempre de la hermana más pequeña de los Miller, a pesar de su diferencia de edad. - “¡Qué sí, pesado! Es la quinta vez que me lo preguntas, Amelia quiere convertirse en una fisioterapeuta, desde que el colegio visito el hospital para daños medulares de Nueva York. Así que le regales un libro sobre anatomía humana, le encantará.”- me dijo mi enana y molesta hermana pequeña, mientras se maquillaba. - “¿Por qué te maquillas? Sólo tienes once años, sabes que papá no te va a dejar salir así a la fiesta.”- le dije serio, quitándole el lápiz de labio de las manos. - “Primero, estúpido hermano mayor, es brillo, casi no voy maquillada, y segundo ya pedí permiso a mamá, ¿quién crees que va a ganar entre esos dos?”- me dijo la listilla Betty Boo, sonriendo de forma descarada, y brillante, para sus once años, justo como lo hacía mi madre, cuando se salía con la suya. - “¡Sois increíbles las dos!”- le dije devolviéndole el brillo de labios. Decididamente nunca me enamoraré de una mujer guapa, o seductora, solo sirven para pasar el rato, como esa estúpida de Penélope Carrigan, en general dan más problemas que beneficios, nada puedes sacar de ellas, sólo hay que ver como mi padre, o mi tío Norman, son sometidos por sus esposas, mi atractiva madre, una ex Top Model, con un carácter de mil demonios, o mi tía Yvaine, la diosa Miller. No gracias bastante tengo con cuidar de mi hermana, y de mis primas postizas, la loca de Ailan, y la tranquila, y nada problemática Amelia. Pero claro, justo en ese momento, ¿cómo iba a saber yo que horas después me iba a tener que tragar mis palabras, una a una?, y sin anestesia, sin nada que me preparara para ello, y como todo lo que no prepara, trajo sus consecuencias, que pagaría en el futuro, de la peor manera que lo puede pagar un hombre, sobre todo uno tan seguro como yo. Nota de la autora: Si no conoces las historias de los padres y de los dos hermanos mayores de los Miller, te aconsejo que te las leas primero, antes que esta. Son mis mejores novelas, y la que más han gustado. Te aconsejo que empieces en este orden, la primera es "La noche que te convertiste en la madre de mis hijos", la historia de Norman y Yvaine Miller, a continuación, está “Promesas entre Hielo y Fuego”, la historia entre Kimberly y Jason Blake, seguimos con “La amante contratada de CEO”, la historia del primero de los gemelos Miller, Roy, “¡Eres mía, heredera!”, la historia de la otra gemela, Ailan, y finamente, “El despertar de la Guerrera Miller” la historia de Amelia y de los dos hijos de los Blake, Angus y Connelly. Estas novelas están en Buenanovela. Te agradezco que me ayudes a que mis novelas cojan popularidad. Un saludo a todos, y a todas.Queridas lectoras, finalizada la quinta novela de la saga Miller, quedan sueltos algunos detalles, que pasaran con Maryorie y su sobrina, también la reacción de los progenitores, o si pronto la familia Blake podrá tener su primer heredero, pero eso se sabrá en la sexta, y última, novela de la saga, no creo que vuelva a escribir más sobre esta familia, creo que ya es hora de desarrollar otras historias, y probar cosas nuevas, por eso os pongo la trama de la historia la próxima historia que voy a escribir, que es mucho más oscura que las historias que escribo hasta ahora. La esposa consentida de la familia De Falco. Coorah Bell es la única heredera de la familia Bell, son los fundadores del grupo Bell, empresarios mercantes australianos que operan con sus barcos en toda Oceanía. Por tradición familiar, cada heredero varón puede heredar sin problemas, aunque no se case, pero las mujeres, para heredar, deben casarse, y no con cualquiera, sino con el hombre que sus progenitores elijan,
Amelia. -” Los declaro marido y mujer, puedes besar a la novia.”- oí que decía el párroco escoces, mientras yo hacía de testigo de cómo un enamorado, y totalmente dichoso, Rowdy besaba su esposa secreta, la incombustible Connelly Blake, que ahora se llamaba Cooper, delante de mí. La verdad es que la envidia me corroe por dentro, la maldita Betty Boo, al final se ha salido con la suya, y a las espaldas de las grandes controladoras de las tres familias, se había casado con el hombre que amaba, a escondidas, sin grandes intromisiones, ni de su madre, ni de su madrina, y sobre todo de su hermano, y de su padre. La maldita modelo, ni siquiera ha compartido con las familias que estaba enamorada, y desde hacía ya un año, se consideraba una mujer perfectamente casada, lo de hoy sólo es la implicación legal, de un hecho consumado. Soy la única que conoce este hecho, algo que al final le ayuda a la maldita de Connelly a aprovecharme de mí, ¿Sabéis lo difícil que me resulta hacerme la loca,
Amelia. -” Sujétenlo, vamos a curar sus heridas.”- dije a los dos hombres que aún me acompañaban, que no eran otros que Gavin y Gordon. Mientras curaba las heridas de sus manos, lo oir gruñir mientras trata de soltarse, su mirada estaba perdida en mi cuerpo, mientras con un gran esfuerzo, el asistente y el actor trataba de inmovilizarlo sin hacerle daño. -” ¿Qué hacemos con él? El médico está en camino...”- preguntó Gordon, preocupado por su jefe, pero yo lo interrumpí. -” No va a servir de nada, no para su emergencia más urgente... sólo hay una manera...”- le dije, acercándome a un furioso Angus, mientras sujetaba su cara, entre mis manos. Esto pareció calmarlo, un poco, cerró los ojos, y se apoyó contra mis manos, como queriendo sentir mi tacto. Dejando de gruñir, y de resistirse. -” Bien Aniquilador, cálmate, sé lo que necesaritas, pronto estarás mejor.”- le dije con voz dulce, mientras aproximaba mis labios a los suyos. -” ¿Amelia?”- me advirtió Gavin, intentando no mirar
Angus. La sensación de que todo giraba a mi alrededor, junto a una maldita pesades que me embargaba, fueron los primeros síntomas de que algo no andaba bien, increíblemente mi mente percibía que esto no era normal, y quería buscar una solución, pero mi cuerpo, no recibí esa orden, no quería colaborar, simplemente se dejaba arrastrar por alguien, que yo sabía que, era el motivo de mi estado actual. Intentaba levantar la cabeza, que me caía inerte casi sobre el pecho, pero los malditos músculos de mi cuello habían decidido que no tenían la fuerza suficiente para hacerlo. Me tenía que conformar con intentar reconocer las imágenes que, veía en el suelo, sobre la moqueta, mientras caminábamos por los pasillos del hotel. La persona que me sujetaba era una mujer, y no muy fuerte, dada la dificultad que estaba teniendo al caminar, algo que, en mi estado normal, me hubiera sido hasta humillantemente fácil, hacia ella, poder desbaratar las intenciones que tuviera para conmigo, en ese momento
Amelia. Casi no podía creer que esto estaba sucediendo, las manos me temblaban, y el dolor en el corazón era agudo, insoportable. -” ¡Nooo! ¡Él es mío! Suéltalo zorra.”- dijo una voz a gritos, desde mi interior. Esa voz fue la que me hizo avanzar en la dirección en que esos dos estaban, sabía que cuando llegara hasta Angus, probablemente lo iba a golpear con todas mis fuerzas, y lo más seguro que terminaría arrastrando a esa perra por el suelo, por no conocer cuál era su lugar, para mi lógica esa metida se estaba jugando la vida, pero todo cambió pronto, cuando los vi avanzar hacia la salida, algo me llamó la atención frenándome en mi avance, de forma que, luego descubrí, fue una acción, por mi parte, estúpida, y definitivamente, peligrosa. Mis conocimientos en fisioterapia me hicieron darme cuenta de que Angus no caminaba de forma normal, iba más bien de forma errática, y descontrolada, con las extremidades caídas, y sin fuerza, además su cabeza caía hacía delante, como si le cos
Amelia. -” Perfecto, casi lo logramos, ha sido una muy buena reacción, creo que la mejor.”- dijo de pronto Gred con ese tono afeminado que usa, muy acentuado, cuando estaba feliz, haciendo que lo mira como si estuviera loco. -” ¿No sé dónde vez que el plan ha funcionado, ¿Es que no has visto como se ha puesto? Parecía que la culpable de todo fuera yo.”- le dije en forma de queja. Me movía incomoda con ese caro y exhibicionista vestido que me había puesto, para ver estallar como un fuego artificial, al idiota de Angus, a pesar de que cada uno de los vestidos y los tacones a juego, habían sido para mí, una pequeña tortura, que había sobrellevado, pensando que era por una causa mayor, pero visto el resultado, definitivamente ahora era una autentico sufrimiento. -” Como fisioterapeuta serás un genio, pequeña Miller, pero en cuanto a la forma de actuar que tienen los hombres, en especial los hombres tan fuertes, como tu buenorro Angus, algo que, por otro lado, tendrías que estar acostu
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