Isabela
en este tipo de situaciones hay dos opciones mantener la cabeza abajo y rezar porque no te maten o confrontar la situación. Ellos vuelven a cargar y los hombres de Sergio piden permiso para disparar.
Yo me rehúso a ello porque matarles puede dejar a los niños con una mujer inestable que podría solucionar quemando la casa.
—Me estás ahogando—le miento a Sergio y él se mueve un poco.
—¿Cuál es el plan?
Me pongo en pie y corro un par de pasos, los tres hombres me apuntan mientras siguen cargando.
—Mi nombre es Isabela Burwish y quiero negociar, así que bajen las armas y vamos al interior.
—Queremos a Castro —anuncia el del medio.
—Y yo solo quiero a los niños, pero, tengo que comprobar que están vivos, que están sanos y le entrego a castro, por eso lo traje—miento con una sonrisa en el rostro mientras Sergio y Elena me preguntan si me he vuelto loca.
Saco las dos armas que llevo los portadores y se las muestro.
—¿Qué diablos estás haciendo —pregunta el presidente.
Me ha