¡ERES MIA!

Serafina acababa de caminar unos metros cuando vio al beta de Lorenzo esperándola, de inmediato, Serafina se sintió nerviosa, de hecho, Ismael, era beta, no porque Lorenzo lo hubiera decidido, sino porque su tío Santino lo había recomendado. Pero, aun así, a ella le daba mala espina, nunca le había caído bien Ismael.

―¡Luna, el alfa quiere verla! ―informo el beta respetuosamente.

―¿Lorenzo?

Así es, señora. El alfa quiere verla. ―de hecho, Ismael estaba mintiendo, simplemente estaba cumpliendo las órdenes de Samuel.

Aunque Serafina tenía un poco de duda. Supuso que Lorenzo quería verla para hablar sobre la conmemoración de la muerte del antiguo alfa. Se dijo que tenía que darse prisa y regresar cuanto antes. Apenas y había dado un paso cuando, todo se volvió negro ante sus ojos. Ismael la cargó sobre su lomo y corrió entre los árboles del bosque.

Cuando Serafina despertó, no fue Lorenzo quien apareció frente a ella.

―¿Samuel?

 ―Hola, Serafina ―dijo con una sonrisa malvada―Finalmente tú y yo, estamos solos.

Ella se estremeció de miedo cuando vio en sus ojos maldad. Su corazón comenzó a latir con violencia y retrocedió inconscientemente.

―¿Qué… qué quieres?

―¿No lo sabes? ―Samuel extendió su mano e intentó agarrar su cabello, pero ella se apartó con brusquedad.

Déjame, no debo estar aquí contigo.

Samuel se carcajeó divertido, le causó satisfacción ver el miedo en los ojos de Serafina.

Shh, no tengas miedo, mi estúpido primo… ―chasqueo la lengua ―… no tiene por qué enterarse.

―¿Qué? ―el miedo creció dentro de Serafina y tuvo un mal presentimiento ―¿Qué… qué vas a hacer Samuel?

El lobo sonrió con maldad.

Sabes de qué clase de manada vienes, una débil y de bajo rango ―hablo con desdén ― y mi tío, el más grande de todos, hizo todo lo que pudo para salvar a tu padre y la sangre de tantos guerreros, lobo tiñó de rojo la tierra. ―los ojos dorados de Samuel se llenaron de oscuridad. ―Estos guerreros habrían sido suficientes para conquistar otras tierras, pero mi tonto tío, los usó para salvarte a ti y a tu padre ― su cara se volvió fea, su expresión era hostil y cruel ―Cuando, en realidad, ¡tu despreciable manada no debería haberse extinguido hace mucho tiempo!

Serafina comenzó a temblar de miedo, era la primera vez que veía a Samuel de esa manera.

Lo sé, y estoy agradecida al difunto alfa, pero…

―¡No quiero tu agradecimiento! ―exclamo Samuel, con los ojos cargados de oscuridad―Si no hubieras aparecido, yo sería el alfa.

―¿Qué? ―Serafina estaba aterrada ―Yo no tengo la culpa, yo no pedí esta unión…

Por supuesto que no ―dijo con fingida calma el alfa ―Pero la aceptaste, que es peor. Y ahora, preciosa, vas a darme lo que quiero.

―¡No! ¿Qué? ¡¿Qué vas a hacer?! ―Serafina se alarmó cuando vio a Samuel querer poner sus manos sobre ella ―¡No me toques! ¡No me toques!

Tranquila, cariño. Vas a cooperar en unos minutos. ―dijo sonriente el alfa y luego miró a Ismael que estaba en silencio en una esquina de la habitación ―Dámela.

―¡Sí, señor!

Serafina entendió a qué se refería Samuel, él estaba hablando de un hijo. Según el testamento del antiguo alfa, para poder ocupar el puesto debería tener un hijo, pero no cualquier hijo, sino uno que llevara su sangre. En ese preciso momento, Serafina tuvo ganas de vomitar, la sola idea de que Samuel le pusiera las manos encima la aterraba.  Así que forcejeo y trato de escapar, pero no tuvo suerte. En cambio, recibió una bofetada, haciendo que cayera al suelo con fuerza.

Hagas lo que hagas, ¡hoy yo dejaré mi semilla en ti! ¡Y una vez que dé frutos, Lorenzo tendrá que entregar el mando de la manada!

―¡No, nunca! ―Serafina le gritó con todas sus fuerzas ―¡Nunca dejaré que me pongas un dedo encima!

―¡¿Quién dijo que tenías elección?! Tú y yo, Serafina, vamos a pasar un buen rato entre las sábanas.

Dicho esto, Samuel pinchó su cuello e inyectó el líquido afrodisíaco, era un estimulante, su libido aparecería. Con esto, aseguraría un hijo en el vientre.

―¡No! ¿Qué me inyectaste? ¡¿Qué es esto?!

Mi pasaje a convertirme en alfa, querida ― se burló Samuel, esperando que hiciera efecto ―Tú me convertirás en alfa de esta manada.

Serafina comenzó a luchar contra los cambios en su cuerpo, hizo todo lo posible por no dejarse llevar por su instinto natural de lobo.

Nunca… vas a poder ser el rey ―hablo mientras jadeaba ―No eres alfa, el consejo no te aceptara.

Samuel se echó a reír.

Eso es lo de menos, cariño… ―dijo y se acercó a ella, pero Serafina retrocedió ― Al consejo solo le importa tu sangre, ellos quieren lobos fuertes, feroces, con sangre de un Dios ―Samuel ladeo la cabeza ―Y tú vas a darme todos los que necesito.

Serafina abrió los ojos y negó con vehemencia. Estaba aterrada, nunca imaginó que perdería su virginidad de una manera tan cruel.

Si Lorenzo lo sabe… te acabara con tu vida!

Lorenzo puede irse al infierno―espeto Samuel con desde ―Él no ha cumplido con su deber, el consejo no está satisfecho y… ―hizo una pausa y sonrió malvadamente ―En cuanto obtenga el poder, me encargaré de sacarlo del camino. Voy a arrancarle el corazón y se lo lanzaré a los lobos salvajes para que se lo coman.

El miedo se apoderó de Serafina, la sola idea de que algo le sucediera a Lorenzo era inconcebible. Ella tenía que escapar, ella tenía que ir con él y avisarle de los planes de Samuel.

Samuel miró a Ismael y le ordenó que saliera, el beta obedeció de inmediato. Pero antes de que se fuera, le dijo.

Ve a la manada y encárgate de que no sospechen de mí. Hoy la luna de la manada Dark Shadow va a desaparecer misteriosamente y regresará solo cuando haya dado a luz a mi hijo.

El beta asintió y salió, convirtiéndose en un lobo gris corrió hacia la manada. En la cabaña secreta, Serafina sentía su cuerpo arder, sabía que necesitaba algo, pero no quería que Samuel se lo diera, luchando contra los efectos del afrodisíaco, trato por no perder el control y ceder. Miro al primo de su compañero con odio.

Nunca serás alfa, nunca gobernarás a Dark Shadow.

―¿Sí? Ya veremos ―se burló y comenzó a desvestirse ―Primero voy a encargarme de satisfacerte, se nota que lo necesitas.

Serafina se encontraba atrapada, Samuel, bloqueaba la única puerta de salida. La tensión llenaba el aire mientras ella luchaba con los efectos de la droga y buscaba desesperadamente una forma de escapar. Sus ojos se posaron en una estantería cercana, llena de frascos y pociones. Con rapidez, examinó los objetos en busca de algo que pudiera ayudarla. De repente, vio un frasco etiquetado como polvo de sombra.

Por favor, Samuel… no lo hagas ― suplicó mientras retrocedía lentamente hacia el estante, su cuerpo estaba cada vez más caliente y su loba interior aullaba por un lobo que la satisficiera ―Te juro… te juro que no diré nada… pero déjame ir.

―¿Dejarte ir? ¿Por quién me tomas? ― pregunto con burla ―Tú vas a ser mi mujer a partir de ahora, ¡Voy a hacerte mia las veces que sean necesarias hasta que tengas mi cachorro en tu vientre!

Pensar en esto le causó náuseas y la determinación de huir de allí se hizo más fuerte. Siguió retrocediendo hasta que chocó con el estante, sus manos detrás de su espalda tantearon los frascos, rogó a la luna para que tomara el correcto.

Eres un enfermo, un asqueroso, ¡un traidor! ¡Prefiero estar muerta a aceptar que me toques!

Samuel se echó a reír divertido.

Bueno, después de que me hayas dado unos cuantos herederos, reflexionaré la posibilidad de liberarte. Pero ahora, ahora, tú vas a complacerme.

Cuando el lobo fue por ella, Serafina sacó el frasco abierto detrás de su espalda y vació el contenido en su cara. El polvo se dispersó en el aire, envolviéndolo en una nube oscura. Samuel comenzó a toser y a retroceder, desorientado por el efecto del polvo.

―¡Demonios! ¿qué hiciste?!

Pero Serafina no se molestó en contestarle, aprovechando la confusión, se lanzó hacia la puerta y la abrió de golpe. La luz del sol inundó la cabaña, dándole un rayo de esperanza. Sin perder tiempo, corrió hacia la libertad mientras Samuel luchaba por recuperarse del efecto del polvo de sombra.

―¡¿Dónde estás?! ¡Ven aquí, Serafina! ¡Te atraparé!

Ella corrió tan rápido como sus piernas se lo permitieron. Como su loba no está despierta, ella no podía transformarse como otros hombres-lobo, así que corrió, corrió y dejó atrás los aullidos de Samuel mientras se adentraba en el espeso bosque. Sabía que no podía bajar la guardia, tenía que llegar al castillo y contarle a Lorenzo, el plan de Samuel y su tío.

*

En el castillo, Lorenzo llevaba la segunda botella de hidromiel, ninguna cantidad de alcohol serviría para aplacar la furia que estaba sintiendo. De repente, la puerta se abrió y una de las criadas entró sumamente nerviosa.

―¡Mi alfa! Algo le pasa a la señora, parece fuera de sí. Está muy extraña, La he llevado a su habitación, pero no deja de llamarlo.

Mi tío Santino no envió a nadie a instruirla, ¿verdad?

No ,Mi Alfa! No enviaron nadie a mi Luna.

Lorenzo fue al dormitorio a toda prisa, y en cuanto abrió la puerta, vio a Serafina expuesta en la cama, apretándose su pecho, mientras sus manos recorrían con sensualidad su delicada piel. Esto fue diferente a la última vez que la encontró dormida en la cama usando ropa interior de encaje, esta vez ella tomó la iniciativa, despierta.

Ella miró al lobo delante de ella y su instinto animal se salió de control, sus fosas nasales se llenaron del olor familiar al que se había vuelto adicta, y definitivamente no era el olor de hormonas artificiales.

Cedro, bosque y agua de mar, ella lo reconoció como su compañero y supo que Lorenzo estaba allí.

Lorenzo… ―susurro con voz ahogada en deseo ―… ayúdame.

El alfa estaba estupefacta, en dos años de estar juntos, él nunca la había visto tan fuera de su elemento, Serafina le mostraba su cuerpo por primera vez. De hecho, su lobo, quien había permanecido dormido hasta hace unos momentos, comenzó a despertarse.

Lorenzo resistió los impulsos instintivos de su naturaleza y soltó una carcajada, tratando de parecer indiferente a las sensaciones que estaban apoderándose de él.

Serafina, ¿no es suficiente con el amante que has tenido por años? ¿O, quieres que te humille otra vez?

Lo ideal era que se mantuviera alejado, indiferente, él acababa de descubrir que quería abandonarlo. Sin embargo, no pudo hacerlo y, en cambio, se encontró caminando hacia ella. Se acercó lo suficiente como para ver sus delicadas manos bajar lentamente por su vientre y rozar con lentitud la rosada grieta de su parte intima.

Ven mi alfa, hazme tuya.

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