El arrepentimiento de Debrah.
El arrepentimiento de Debrah.
Por: Sauded
01

Un 30 de febrero hubiese sido la fecha idea para conocerlo, eso me hubiera evitado muchas cosas, sufrimiento, decepción y un sinfín de sentimientos negativos que me llevaron a la ser la más odia en Belmont High.

Hasta la fecha odio estar en el laboratorio de ciencias. Y es porque fue ahí donde comencé a hablar con él, también donde acepte traicionar a quien era mi mejor amiga. Pero como dicen: donde comienza, ahí termina.

— ¿¡Qué rayos hiciste?! ¡Está en el hospital!

Adrián me tomó de la barbilla y lentamente comenzó a acercarse, plantándome un beso grotesco con palabras malignas:

—Eso lo provocaste tú.

Él se había ido, sin explicarme más. Pase toda la tarde en el salón de ciencia hasta que unos profesores y Nayet Maslow entraron desesperados, casi rompiendo la puerta.

Mamá y papi habían llamado a la escuela reportando mi desaparición. Ese día muchas cosas se destrozaron, se derrumbaron, en mí y en Nova, lo peor fue cuando la enfrente, me odiaba tanto que eso era lo que más dolía.

—Debrah —el suave golpe de Megan hace que de un cabezazo contra la mesa.

Me restriego los ojos adormilada. Pesadilla, aún las tenía. Pedazos de recuerdos cada vez más feroces, más reales. Lo primero que veo es la melena rizada y el brillo que le otorga el sol a la oscura piel de mi amiga.

— Júpiter, Martes, Venus ¿en qué planeta estabas? —iba a responder, cuando una bola de papel llega justo en mi nuca.

Me giro descubriendo a Nayet mirándome con un gesto inocente. Sé que él es el responsable por la risa de Brayden McCarthy a su lado.

Mi día estaba demasiado tranquilo. Ya se me hacía extraño de que Nayet no se le ocurriese algo con qué molestarme, la especialidad de hoy: pelotas de papel con burlas del profesor.

Un acto muy amistoso viniendo de él.

—Quieta —Megan me sujeta del brazo para no ir partirle una silla en la cara.

Me sorprende que ni siquiera se haya tomado la molestia de mírame para predecir mis movimientos. Me giro para levantarle el dedo medio. Se hace el ofendido con una sonrisa blanquecina devolviéndome su dedo meñique con los verdosos ojos contrastando con su cabello oscuro.

—No lo soporto.

—Ignóralo —me dice Buda con tetas—. Tampoco es como si te estuviera metiendo en problemas.

Si claro. Seis años conociéndolo y aun piensa que es un angelito.

— ¡Profesor! Debrah nos anda tirando papeles—me acusa uno de los lame culo de Nayet.

Abro los ojos de pronto y me levanto cuando capto su trampa.

— ¡Es mentira! —intento defenderme pero la evidencia estaba a mí alrededor y en el pupitre de Maslow.

— ¡A la oficina del director! —señaló la puerta ofendido después de leer uno de los papeles.

No me extrañaría si me baja la nota por el portazo que di cuando salí. Mientras camino me hago un moño recogiendo las hebras rojas; el pasillo estaba casi vacío a excepción de los "rebeldes", esa tal Tasha Cambert que se fuga de clases y el delegado que vigilaba el pasillo. voy directo a la cafetería que se encontraba completamente vacía.

¿En serio creyeron que iría a donde el director?

—Hola, Lala —la anciana con el cabello semi—violeta voltea dejando la charola de ensalada a un lado.

— ¿Nayet?

— ¿Cómo lo sabes? —ironizo haciéndola reír.

De la barra de comida cojo una manzana y me acuesto en una de las mesas utilizando mi bolso como almohada. De repente escucho un grito proveniente de la cocina, corro con la esperanza que Lala no se haya caído y con el temor de que no le haya dado un ataque y me toque llamar a los paramédicos otra vez.

Ya muchas veces le he dicho que se jubile pero no me hace caso, dice que esto le "apasiona". Cuando llego a la cocina lo primero que me pide es que la ayude a acomodar las bandejas de comida que faltaban; mis nervios desaparecen con un largo suspiro al verla en perfecto estado.

Una vez tocó la campana poco a poco el lugar se fue llenando de estudiantes que se sentaban en distintos grupos sociales. Los come libros cerca de las grandes puertas de la cafetería. Los antisociales y raritos en la parte de atrás—valiendo madre—. Y los populares nos sentamos en el medio, a la vista de todos.

Noto que Diana McCarthy, rubia, esbelta y de ojos celeste mueve la mano frenéticamente mientras grita mi nombre como una loca «Qué vergüenza» Camino cubriendo mi rostro con la mano, haciéndome un espacio entre Megan y Rafa Wells que al instante me rodea la cintura.

Levanto la mirada extrañada, analizando la mesa, Brayden no está, es lo que más destaca. Miro como Diana recoge su largo cabello en una coleta.

— ¿Y tu hermano? —le pregunto al no ver rastro del rubio en la cafetería.

Usualmente era el primero en llegar para comer como cerdo antes del matadero.

—Por alguna razón está en la biblioteca—responde sin interés, dando otro mordisco a su ¿arepa? Creo que así se llamaba así.

Parpadee un par de veces para imaginarme a Brayden leyendo o incluso tocando un libro. ¿Acaso sabrá para que se usan?

Megan suelta el teléfono que se cae en su comida cuando Alexandra Parker estrella contra la mesa el periódico escolar.

—Cuentas claras conservan amistades —dice mientras lo tomo y leo lo que le pedí que escribiera—. Mi deuda paga.

«Fracaso musical.

Meses en espera de esta importante batalla de las bandas contra otras instituciones del Estado, un amorío prohibido fue la nota que llevó a Belmont High a una rotunda derrota. Marianne Hernández, trompetista estrella, fue pillada con el enemigos minutos antes de las presentaciones...»

—Bien hecho —la felicito, dejando que Rafa descanse su cabeza en mi hombro—. ¿Quién es él?

—Ni idea. Un fulano de la competencia —se sienta descaradamente en las piernas de Ashton Cruz que me mira asqueado y le hago ojos de que le siga el juego. Necesito tener a la presidencia del club de periodismo a mi lado—. Me pediste que la odiaran y ahora la acosan con tal de que renuncie. ¿Qué fue lo que te hizo?

Todos en la mesa me miraron, expectante, curiosos por saber el motivo por el cual le estoy bajando la vida social a la chica.

—Me rompió el polvo.

Silencio.

— ¿Qué pasará cuando sea tu teléfono? —se mofa Isaac Moore.

—Pregúntale al príncipe.

Voltearon a ver a Nayet.

—Estrelló mi computadora a los catorce años —responde sin dejar de comer.

Cambiamos de tema sobre la fiesta de cumpleaños de McCarthy, la plática se propagó de nuestra mesa a la de al lado y de la de al lado a toda la cafetería. Ahora mismo discutíamos si contratar a un hombre extraño como DJ o simplemente pedirle el favor a Isaac.

Llegamos a la conclusión de que nuestro querido amigo sacrifique su noche de sexo para ser de electricista y que la fiesta seria de disfraces en pleno Abril.

Cuando alzo la mirada noto a Nayet mirando detrás de mí, asintiendo con la cabeza, cuando se da cuenta que lo miro me sonríe. Ese gesto me revolvió el estómago. Algo me decía que algo no estaba bien, que algo se aproximaba, empecé a ponerme en guardia, hasta que ocurrió, el mismo idiota que me acuso en clases había derramado sobre mí su almuerzo.

Hubo un descenso precipitado del ruido, los estudiantes se callaron pero Nayet explotó en reír, se reía a carcajada limpia.

Antes de que tuvieran la oportunidad de detenerme me levante lo más rápido que pude y estrelle su cara en la bandeja. Levanta la mirada, claramente enfadado y llena de comida, fue mi momento de reír hasta que comencé a sentir el frio de su bebida, mi blusa se pegó a mi pecho, transparentándose.

La cafetería había callado, era un espeso silencio que esperaba con morbo mi siguiente movimiento. No se me ocurre ningún insulto apropiado para el imbécil. Ni siquiera imbécil era el apropiado.

—Angelito —musitó temeroso Rafa.

—Respira —dijo Megan

En cuestión de segundo lo tenía encuellado de su camisa, lo jalé hasta mí restregando su ropa con toda la comida en la mesa. Siento como se impulsa y enrolla sus brazos en mí estómago logrando que ambos caigamos al suelo.

En medio de la pelea escucho como las personas apostaban, alentando el espectáculo de hoy.

Me le subo encima a Nayet con mis manos alrededor de su cuello mientras él empujaba mi cara y cabello hacia un lado tratando de quitarme. De pronto siento como unas manos me separan de él y al estar de pie le clavo mi tacón en las nueces; los profesores me reprenden, pero él de inmediato se empieza a retorcer del dolor y eso me llena de satisfacción.

Nos llevaron a rastras por el pasillo hacia la oficina del director, con pequeños raspones y moretones.

— ¿Que sucedió ahora? —pregunta el director, con su mirada fija en los papeles.

— ¡ÉL EMPEZÓ!

— ¡ELLA EMPEZÓ!

Gritamos al mismo tiempo apuntando hacia el otro, los profesores que nos trajeron movieron la cabeza, al parecer divertidos. El viejo chasquea la lengua y del escritorio toma su teléfono.

🌻 🌻 🌻

Mis manos y la pierna de Nayet no han parado de temblar. Habían pasado quince minutos y nuestras madres no salían de la oficina del director.

Quitarme el teléfono, las salidas con mis amigas, nada de eso me importa lo suficiente y ella lo sabe; así que no me imagino lo que planea hacerme para castigarme.

— ¿Crees que...?

— ¿Nos maten? —Enarca una ceja—. No sería nuevo. A demás, las brujas no mueren a menos que la quemen.

Levanto el puño para golpearlo pero el profesor Ricardo asoma la cabeza y con el dedo nos hace seña para que pasemos. Nayet y yo nos miramos, ambos igual de nerviosos.

—No gastaré saliva en decir lo mismo de siempre—siento los instintos aniquiladores de mamá—. Si no hacen nada para que estos dos dejen de pelear, no me quedara más opción que expulsarlos.

Nayet y yo soltamos un fuerte « ¡Que!» haciendo que el director cierre los ojos por el impacto y que nuestras madres nos golpearan en la nuca.

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