Capítulo 2: Lágrimas de mujer.

El agua fría recorría su cuerpo, haciéndola temblar levemente. La cafetera hacia aquel molesto sonido, avisando que el café estaba listo. El sol se colaba levemente por la ventana el baño, anunciando el comienzo de un nuevo día…uno más que tendría que sobrevivir. Terminando su ducha matutina, Elianna se vestía; su hermana había convocado a una junta de accionistas sobre algunas decisiones que había que tomarse ahora que se casaría y, tambien, sobre el futuro de la compañía que su padre había dejado.

Caminando a la sala, el televisor encendido le provocaba una dolorosa punzada en el corazón que ya tenía bastante herido.

“La joven empresaria y multimillonaria Elara Jhonson, ha anunciado formalmente su compromiso con el heredero Cedric Auritz, quien…”

La voz de la periodista, se apagaba junto al televisor, y mirando sus tostadas calientes, se preparó una taza de café sin leche. No tenía apetito, ¿Cómo podría tenerlo después de tan cruel canallada que su hermana y ex novio le habían hecho? Pero no les daría la satisfacción de verla herida y derrotada, y forzándose a comer, devoro aquellas tostadas con mantequilla de maní. Tenía que enfrentar su realidad, tenía que enseñarles que ella no era una perdedora, y que no pasaría sus días llorando por su traición.

Mirando su reflejo en el TV apagado, notó sus ojeras, sus ojos hinchados. ¿A quién quería engañar? Había pasado la noche atiborrándose de helado de chocolate y llorando como una enorme bebé mientras miraba dramas de amor en donde, por supuesto, el héroe jamás traicionaría a la protagonista…menos aun con su propia hermana. Era un desastre, pero no quería que la vieran en aquel estado tan lamentable, pues Elara y Cedric, tan solo se regodearían con su dolor.

“¿Quiere vengarse señorita Jhonson? ¿Desea vengarse de lo que mi hermano, le ha hecho?”

Las palabras de aquel hombre aun rondaban por su mente. Caleb Auritz era prácticamente idéntico a Cedric, sin embargo, había algo en ese hombre que lo hacía diferente, que lograba hacerla sentirse intrigada, aunque no sabía que era.

¿Debería de escuchar su propuesta?

Tan pronto como el hombre le había dicho aquello, salió huyendo hacia su auto. Negando en silencio, descartó de inmediato aquella idea. Eran gemelos, ¿Por qué debería de confiar en alguien idéntico a quien la traiciono? De ninguna manera, ella sola tenía que encargarse de hacerle pagar a su hermana y su ex por lo que le habían hecho.

Frente al espejo, decidió aplicarse un poco de maquillaje; necesitaba cubrir esas ojeras que la hacían lucir como un mapache. Nunca había sido tan bella como su hermana, su madre siempre se lo hizo saber, desde que eran tan solo unas niñas.

“Eres tan fea y tienes tan poca gracia”

Aquellas palabras, quizás, hoy le dolían más que nunca, pues Cedric había preferido a Elara en su lugar…todos preferían a su hermana. Nuevamente, aquel doloroso nudo le estrujó violentamente la garganta, y sus ojos se llenaron de lágrimas que se negó a derramar. Ya había llorado demasiado, toda su vida había llorado al sentir el desprecio de todos en favor de su hermana, y ahora, incluso la persona que debía de amarla, la había abandonado por ella. Aun así, nunca había guardado rencor alguno por Elara, siempre la amó, la amó genuinamente, después de todo, eran hermanas, aunque ahora le quedaba claro, que ella no se detendría con tal de hacerle daño, ni siquiera por la sangre que ambas compartían en sus venas.

Secándose los ojos, se maquillo para asistir a aquella m*****a reunión, en la que seguramente estarían los dos seres que ella siempre había amado, y que la habían traicionado. Debía dejar de lucir tan patética, debía de demostrar de que estaba hecha, y no dejaría que nadie la viera hacia abajo, ya no más.

Tomando de su armario su mejor atuendo, se observó en el espejo. Sus pantalones eran levemente anchos, su blusa blanca era sencilla; en realidad, ella no solía usar ropa de diseñador demasiado cotosa como si lo hacia su hermana mayor, pues nunca le había parecido que fuese necesario. Su ropa era aburrida, sin clase, nada que alguien se tomara la molestia de voltear a ver. Quizás, debería ir de compras por un nuevo guardarropa, aunque no tenía idea de que era lo que estaba de moda.

Usando lo mejor que encontró, salió decidida a no dejarse pisotear por nadie. Su corazón palpitaba rápido, pues estaba segura de que Cedric estaría allí mismo, junto a ella, y su hermana no dudaría en lanzarle nuevamente a la cara que había logrado robarle “a su hombre”. Aquella traición era demasiado dolorosa, pero, aun así, debía sobreponerse.

Estacionando su sencillo auto, admiro el edificio de Jhonson Corporation, aquel era el imperio que su abuelo había creado, y que su hermana heredaría dentro de unos meses cuando finalmente se leyera el testamento secreto que su difunto abuelo dejo para leerse en una fecha específica: la de su cumpleaños. Armándose de valor, Elianna tomó tanto aire como le permitieron sus pulmones. Subiendo por el elevador, sentía sus nervios a flor de piel y cuando las puertas finalmente se abrieron, se esforzó por no caminar tan dura como un robot, y parecer natural ante el resto.

Los murmullos no se hicieron esperar, y alcanzaba a escuchar como todos en aquella sala de conferencias, cuchicheaban sobre ella y Cedric Auritz. Ya todos sabían que su hermana era la prometida del “heredero” de tan poderosa familia, quien la había abandonado a ella en favor de Elara. Se sentía señalada como nunca antes, avergonzada en extremo, pero sin mostrar expresión alguna en su rostro de ojos verdes, no se dejó intimidar.

—buenos días, me alegra que ya estén todos aquí, vamos a dar comienzo a la junta —

Elara había hecho su entrada triunfal ataviada en un elegante traje rojo de diseñador, colgada del brazo de Cedric, quien ni siquiera se giró a verla.

—Felicidades por su compromiso señorita Jhonson, sin duda hacen una hermosa pareja —

Todos los socios e inversionistas, presentaban sus felicitaciones, haciéndola sentir tan insignificante ante su hermana mayor, como había sido siempre.

—Gracias a todos, y como ya lo saben, dentro de un par de meses me casaré con Cedric Auritz, quien, desde el día de hoy, formara parte de nuestro más nuevo proyecto, el centro comercial más grande de New York en donde solo venderemos a las más exclusivas marcas… —

—Espera un momento Elara, ¿Como es que Cedric participara en el proyecto?, solo los inversionistas, los socios y los accionistas, tenemos acceso a los documentos, no puedes involucrar a alguien quien no tiene…

—Silencio, Elianna, para eso fue que te mande llamar — interrumpió Elara con un deje de desprecio en su voz. — Hablé con nuestra madre, quien es la persona a cargo de la empresa hasta que se de lectura al testamento secreto del abuelo, ella me ha autorizado a transferir todas tus acciones sobre la compañía a Cedric, quien es mi prometido, y quien será quien dirija este barco a mi lado una vez que herede todo y nos casemos, por supuesto, no creas que solo dejaras de accionista, tampoco te permitiremos seguir siendo socia, se te pagará el monto total de todas tus acciones y demás…

—¿Pero qué estás diciendo? — interrumpió Elianna con rabia, rencor, e indignación en su voz. — Tú no tienes ningún derecho a despojarme de lo que es mío, con tal de beneficiar a tu prometido, esas acciones me fueron dejadas en el primer testamento del abuelo, tu o madre no tienen autoridad para quitarme nada, llevare esto ante un juez — dijo con dolor.

Elara se rio, y acercándose a su hermana menor, la miró directamente a los ojos.

—¿A si? Temo decirte, hermanita, que todos los presentes han firmado y están de acuerdo con que dejes de ser parte de esta empresa en la que nuestro abuelo puso tanto empeño. No estas a la altura, ni física, ni emocionalmente para dirigir un proyecto de esta magnitud, no puedes hacer nada salvo aceptar el dinero, de lo contrario, madre terminara sacándote de la herencia principal y serás expulsada de la familia tambien. Mírate, intentas lucir como una ejecutiva con esos trapos de baja clase y tan horrendos, nuestra empresa es de vanguardia, de clase mundial, y tú, sigues siendo el mismo patito feo. Cedric ahora está conmigo, y todos vimos el escándalo que hiciste en la celebración del compromiso, no estas mentalmente apta para hacer nada, no hagamos las cosas más difíciles, ya está decidido, y para esta hora, el dinero ya debe de estar en tu cuenta bancaria. Haznos un favor y vete de aquí, no te pongas en peor ridículo frente a estas personas —

Los ojos verdes de Elianna se llenaron de lágrimas de impotencia mientras miraba a su hermana regodearse en su dolor. Elara, tomando el café que se hallaba en la mesa, lo arrojo cruelmente contra Elianna ensuciando así su ropa. El grito de dolor por el café caliente se escuchó en toda la sala, y las risas no se hicieron esperar. Cedric, incluso, comenzó a reírse a carcajadas, dejando a la castaña herida y completamente humillada. Su propia hermana no solo se había robado a su único amor, tambien, le había quitado lo que su abuelo había dejado para ella.

—¿Por qué me haces esto? Yo nunca te he hecho ningún daño, entonces, ¿Por qué? — cuestiono Eliana intentando sacudirse.

Acercándose al oído de Elianna, Elara sonrió.

—Porque…te odio… —

A punto de estallar en un mar de lágrimas, Elianna se sintió tan humillada y herida, que deseo salir corriendo en ese instante, sin embargo, las puertas de aquella sala de juntas se abrieron de par en par, dejando ver a un apuesto y elegante hombre.

—Iba a disculparme por llegar tarde a esta reunión a la que fui invitado, pero me doy cuenta de que he llegado justo a tiempo —

—Oh señor Caleb Auritz, por favor, tome asiento…

—Lo lamento, señorita Jhonson, pero no tengo interés en formar parte de una empresa, que trata de tan nefasta manera a sus antiguos socios y accionistas — dijo el apuesto rubio de ojos zafiro, mirando despectivamente a su hermano gemelo y su futura cuñada. — Así que, me retiro — y colocando su costoso abrigo sobre la espalda de Elianna Jhonson, la sacó de allí ante la mirada atónita de todos.

Mirando a ese hombre que la había ayudado, Elianna no pudo evitar preguntarse, ¿Por qué?

—¿Por qué me ha ayudado? — cuestionó.

—Porque te ves realmente patética llorando…ninguna mujer, debería derramar sus lágrimas, frente a otros — respondió Caleb ayudando a la joven a limpiarse.

¿Quién era realmente ese hombre y porque la había ayudado? En aquellos ojos de zafiro, Elianna, temió encontrar aquella respuesta.

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